Aquí estoy, como cada mañana. Pero hoy el andén cobra su insondable carga emotiva: mi reencuentro, la despedida muda de los míos, entre la ajena multitud, el ejecutor tren maquillado de muerte, lamentablemente necesario. Mi indeseado fin, no obstante, pura esperanza para la sociedad que dejo atrás. Esta mañana, sencillamente, voy a caer desde el andén.

Dejó atrás la pesadilla materializada, la amenaza directa del asesinato impune de mi mujer y mis dos hijos, tras el de mi representante ya verificado. Ojalá no hubiese escrito la novela y aireado a los mil vientos en el blog una idea encerrada en su interior: El algoritmo de Dios, con las claves para destruir al Dios en la tierra, el poder oculto, que nos domina y esclaviza per eternum a través de sus marionetas, los dirigentes que neciamente continuamos votando.

El tren recorre el andén. Desmayo, caída y muerte paralizan el ultimátum. El anónimo forense encuentra en mi estómago la memoria USB, con el manuscrito e instrucciones para publicarlo. Cuando el poder universal y mafioso lo descubre, mi obra póstuma transita libre entre humanos, incluyendo algunas mentes cualificadas y prestas a ejecutar mis pautas. Vuelvo así a renacer ad eternum.

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