Desde el andén podía ver a todas las personas esperando en la estación: el niño cogido de la mano de su padre, los seis adolescentes con el balón de baloncesto, la anciana buscando con la mirada quién pudiera ayudarla a subir la maleta, la pareja que parecía no querer separarse nunca…

Cada uno tenía sus ventajas e inconvenientes, pero tenía que decidirse por uno de ellos o pronto sería demasiado tarde, llegaría el tren y con él se irían todos ellos.

Intentó descubrir desde lejos cuál de ellos sería más fácil de atacar. ¿La anciana casi sin reflejos?¿El niño, con su poca experiencia?¿La pareja de enamorados que estaba distraída?

Desde luego no los adolescentes, demasiado alerta, demasiado rápidos.

Se decidió por fin por el niño. Siempre son una buena opción, tan pequeños tienen pocas posibilidades de darse cuenta de lo que pasa antes de que sea demasiado tarde.

Salió de la sombra y se acercó por detrás, rogando porque nadie se diera cuenta, pero todos parecían a sus cosas y nadie le prestó atención.

Agarró al niño por el cuello y se escuchó una fuerte palmada. Todo se volvió rojo.

¡Mamá -gritó con asco-, tenía un mosquito en el cuello!

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