Las mantas raya le sobrevolaban muy cerca, podía distinguir claramente a cada una de ellas, incluso podría ponerles nombre…

Abrió los ojos y leyó: Mar de cristal. 

Se levanto  de un salto, tiró de su equipaje saliendo del vagón antes de que fuera demasiado tarde, y al levantar la vista… chocó con Marina.

Las puertas se cerraron tras ellos.

Lágrimas saladas, liquidas, cayeron de sus ojos azules ante Marcos. Se dio la vuelta, muy despacio, como se retiran las olas después de romper, y empezó a caminar.  

Acababa de perder su vuelo y el barco que iba a alejarla de su terrenal realidad.

Él, la siguió como pudo escaleras arriba, ahora con dos bolsas de buceo, sin saber muy bien que hacer. Aquella chica le había desconcertado, ¡estaba en el metro!, pero todo era mar…

No lo sabían aún. Allí, en el andén, acababan de girar su futuro. 

Algún tiempo después, de nuevo con maletas, mientras compartían una guía de especies marinas del Pacifico, a punto estuvieron de no bajarse en su estación. Allí debían hacer transbordo a un mar menos frágil, más real, aunque igualmente lleno de vida. 

Eva César 

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