Toda su vida había sido el ir y venir de proyectos irrealizables.
-Ahora sí- lograré estabilidad, prestigio, riqueza, viajes, ropa, dinero; mucho dinero, el suficiente para cumplir tus deseos, mujer inalcanzable.
Sí, inalcanzable, porque un día amaba a la noviecita de familia: inteligente, progresista y soñadora. Sólo que ella soñaba y trabajaba; él soñaba y soñaba con la primera pizzería, la segunda, la tercera, la firma nacional, la internacional. Todo matizado con aquella mirada de mística locura.
-Toda mi vida será puesta tus pies.
Otras veces, el amor caía sobre otra, reflejo de su “alter ego”: la mediocridad. Le ponía el cuerno a la “niña bien”
De vez en vez, el desatino platónico ardía en su corazón: Roma-amor, de lejos…
Los sueños de gloria continuaron: en la duermevela, la pasión en Trastévere; durante el día, la “niña de papá”; en las noches, el consuelo con la mediocridad.
La noviecita descubre la traición, lo manda a freír espárragos.
Por dolor se une con quien menos exigía. Ironía: ella se entera de la realidad. Decide cortar por lo sano.
Desde el andén iluminado vio el puñal: fin del “negocio redondo”, fin de su virilidad.
Se desangró.
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