Apreté los pasos y, embozada en mi abrigo, exhalé el último adiós, entrecortado, tal vez vacilante… Atrás había dejado mi corazón hecho jirones por el destino que me había tocado vivir. Agotada por el cansancio y el desasosiego llegué a la vieja estación, ávida de libertad. Rememoro en la primera página de mi diario aquella tarde de noviembre, con el viento arremolinando las hojas secas del otoño bajo mis pies. Desde el andén aun divisaba las luces del pueblo que me vio nacer. Los recuerdos de mi niñez se agolpaban en mi mente; juegos, amigos, risas…testigos de una infancia feliz que se esfumaron en el tiempo.
El silbido de la pesada locomotora retumbó en mi cabeza, y un ensordecedor chirrido me devolvió al presente. Sin pausa subí al vagón con la sensación de que había comenzado a reescribir las páginas de mi vida, una nueva historia que se me antojaba, cuando menos, propia, mía.
Libertad: destino de mis sueños rotos, clamor en todas mis plegarias al fin escuchadas. Cogí aquel tren sin retorno, decidida y consciente de que no sería un camino de rosas sin espinas, pero con la esperanza de volver a empezar en otro andén.
OPINIONES Y COMENTARIOS
comments powered by Disqus