En aquel pequeño pueblo en el que pasé mi infancia, la vieja estación fue mi refugio; Y aquel único tren diario que efectuaba parada en ella se convirtió en fiel testigo de que lejos de allí existía otro mundo.

Los vagones cargados de mis sueños llegaban desde no se donde, efectuaban parada en ninguna parte y continuaban su camino hasta algún lugar. Esos sueños engarzados unos con otros se detenían unos minutos frente a mi el tiempo necesario para sujetar mis pies y excusar así mi cobardía.

Pocas veces subía o bajaba alguien de aquel tren. Por ello aquella  mujer sola sentada en aquel banco no pasaba desapercibida. No para mi. Aquel gesto ausente frente a mi gesto atento unían sin querer esos dos mundos del que solo yo era consciente.

Luego de repente el tren se detuvo como tantas otras veces  el tiempo necesario para  sujetar mis pies. Y de pronto, aquella mujer desapareció como si nunca hubiera estado allí y se llevo consigo mis sueños como únicos compañeros de viaje; Y yo conteniendo la respiración me senté en aquel banco y sentí como aquel tren se alejaba solo el tiempo necesario……..

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