LIBERADO DE LA INMERSIÓN EN BRUMA

LIBERADO DE LA INMERSIÓN EN BRUMA

Tu cuerpo permanecía postrado en el sillón de siempre, pero tu alma ya sólo se expresaba a través de una mirada azul extraviada. Tu carcasa, ya sólo un saco de huesos y babas. Los recuerdos que habías ido atesorando con cada bombeo de tu débil corazón ya eran cenizas; cortinas de humo de los últimos cigarros que consumías. Yo sí recuerdo quién fuiste.

Me hablabas de «cómo soplaba el viento norte», de tus viajes de trabajo y las batallitas en cada estación de Renfe y de tu vida. Preparabas con esmero e ilusión aquella maqueta de tren que recorría las horas, de habitación a habitación, en las que asumiste a la fuerza el papel de padre. Mil discordias se sucedieron cuando tuve uso de razón. Distintas generaciones y valores, tu genio frenético, mi afilada lengua, y nuestra paciencia desbordada.

Desde el andén observo ahora el cristal opaco de la ventana tras la que contemplabas ya un mundo incierto, delirante, confuso para ti.

Fui incapaz de darte un beso cuando te vi pálido y frío. Yo sé quién fuiste. Quién eres aunque no te vea. Y lo que yacía en esa cama de hospital, no eras tú.

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