Sentada, sentada en un banco de madera, viendo la gente pasar. A un lado una maleta vieja, vieja y desgastada por el paso de los años. Llena de un puñado de recuerdos, recuerdos de los que nunca te quieres desprender y a la vez eres incapaz de mirar. Llega el tren y con él un ir y venir de gente que se apoderan del andén. Sigues sentada mirando, viendo como el tumulto de gente aparece y desaparece en apenas unos minutos una y otra vez. Despiertas y te das cuenta de que estás en casa, de que has vuelto a repetir el sueño como desde hace un mes. Miras a los pies de la cama y ves la maleta, esa maleta vieja y desgastada. Estas agotada de revivir una y otra vez el mismo sueño. Dentro está todo y no hay nada. Todo porque es todo lo que tienes y nada porque de nada te vale. Te cambias y vuelves a la habitación. La agarras con rabia mientras sales de la casa camino de la estación. Una vez allí, miras desde el andén mientras repites una y otra vez, todo irá bien, no hay nada malo en volver.
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