Desde el andén, acompañado de un sinfín de canas, sesenta y ocho años de historia escrita en los anillos del tiempo, arrugas en todos los rincones de su cuerpo, manos cansadas, corazón solitario, ropa vieja y sucia y mucha hambre, observa como pasa todo a su alrededor. Nadie se detiene para tenderle la mano, cada uno camina con un destino escrito que no lo incluye, otros más afortunados dejan caer pedazos de comida cerca de su humanidad cansada, algunas colillas a medio fumar y una que otra moneda que enriquece su lástima.
Un perro callejero se acerca hasta sus dominios, lo huele, no le interesa permanecer a su lado y sigue caminan, tal vez sólo tenga mejor suerte que quedándose al lado de aquel ser oloroso a desgracias.
Es hora de viajar, recoge el vaso plástico que ha servido de monedero toda la mañana, haciendo equilibrio sobre un bastón astillado se incorpora, deja en el suelo las sobras de comida y una mancha oscura y grasosa, las colillas menos fumadas ahora van en uno de sus bolsillos. Desde el andén, vio como la vida también lo abandonaba sin ningún asomo de melancolía o cargo de conciencia.
OPINIONES Y COMENTARIOS
comments powered by Disqus