Luz Hernández Plazas (Autora)
LA NANA ALCIRIS
Soy de muchos oficios y lugares. Vine a un hogar con padres un poco limitados económica, afectivamente. Tengo diez hermanos. A los tres años mi mamá me vende a una madrina y ella me enseña a cocinar. Al comienzo me quemo con la leña y le digo –Leñita, si se apaga me van a regañar y si se enciende mucho también. Ella dice. – Ta bien mijita…
Yo la soplo y empiezo a toser y ella ríe a carcajadas. Y susurra: – Por qué todos los niños van a estudiar y tú Alciris. No? Le contesto: – la madrina no quiere que vaya a la escuela. Cuando se lo digo. Deja ver sus dientes desvencijados y sus tres mechas decoloradas. Y riendo dice: – Usted solo tiene que trabajar en casas de familia, para darme el biyuyo.
Y así es. Lo que me pagan, se lo dan a la madrina. No puedo jugar con otros niños. Solo hacer oficios. Cocinar. Eso me gusta por los olores y sabores. Como el de la arepa recién horneada… ¡ Qué delicia ¡ A escondidas me devoro la más fresca Degustando su dulzor, el queso derretido en mi lengua. Como siempre en el rincón me acompañan los fogones.
Estoy solo un año en cada casa. La madrina me cambia de sitio para que mi papá quien es el único que me busca no me encuentre. A él si lo recuerdo porque me lleva en su caballo, me muestra las montañas, las flores, vamos al río y bañamos los pies, jugamos con las piedras. Cuando salimos del agua visitamos las vacas, los caballos, y les damos de comer. Juego con los perros. Son los que más me gustan. Quiero tener uno para acompañarnos. Mi papá me ofrece la comida que él mismo prepara: Arepa con queso, un delicioso plátano y yuca asados, aguacate, agua de panela con limón. Nos hacemos cosquillas. Me cuida. Y mi mamá pelea con él por eso. Me hace falta y lo extraño mucho.
Así paso de un lugar a otro. De unos genios dulces, agridulces y agrios. De la cocina, paso al lavadero. Me gusta la espuma que se hace cuando refriego la ropa, escurro y tiendo en las cuerdas.
Por la tardecita aplancho. Me enciende el calor.
Otros días bien temprano, a las cuatro de la mañana hago fila para comprar la leche de cantina. Unos esposos reparten la leche y me dan un poco. ¡Qué delicia ¡
También madrugo a comprar la pipeta del gas.
Llego a cocinar, hacer el aseo de la cocina, de los baños, trapear, encerar los cuartos. Limpiar los vidrios, las puertas y paredes.
Un día termino de hacer el mercado, lo organizo y me regreso a la tienda porque se me olvidan los plátanos.
Allí cuando tenía diez y nueve años conozco a Carmelita y ella me pregunta: – ¿por qué tiene los tenis rotos? ¿Y está tan descuidada? Me pongo a llorar, porque nadie me ha dicho nada de esto.
Me dice: ¿quiere ir a mi casa a bañarse? Y le digo que si, entre sollozos… y me quedo con ella. Mi madrina me busca y a los tres meses me encuentra, yo estoy contenta porque ésta señora era diferente a las anteriores, me trata como a sus hijas La madrina pide mi sueldo. Y la señora Carmelita le dice que quien trabaja, recibe la paga. Ella frunce el ceño, enrojece. La amenaza, que la va a demandar. A los pocos días llega la citación. Vamos al juzgado. Y el juez dice: Esta señora reclama que la señorita Alciris es su hija. Y le cuento todo y me puedo quedar en este hogar. El esposo de Carmelita es don Manolo que trabaja todo el día en una fábrica. Es respetuoso, amable. Entre las hijas. Hay una señorita que no podía caminar que duermo con ella en el mismo cuarto. Se llamaba July. Tenemos como la misma edad.
Le sigue Stella que es muy bonita, rubia, alegre. De ojos verdes como el padre, Teje y vende como su madre.
Una bebé de un año. De ojos azules. Bella. Llamada Mari. A quien cuido cuando Carmelita sale a vender sus tejidos para ayudar en el hogar.
Y una niña Lulú de ojos miel, cabello acanelado, rizado. Muy traviesa. Hace mandados y se demora. Carga muchas monedas en el delantal. Y nos trae víveres. Tiene siete años. El señor de la tienda Elías le paga para que lleve otros mercados. Sale a patinar y montar en triciclo con unos vecinos y treparse a los árboles.
A sus dos hijas Stella y Lulú .Carmelita les ha enseñado a cocinar. Así que Lulú me dice: – Hace el chocolate? Y le digo -Bueno. Ayayay ese olor al agitar con el molinillo se hace espumas en mi boca…Lulú saca los huevos, abre y bate, hacemos una pericada. Los paso al sartén. Otra delicia…mis labios se llenan de saliva de ese olor. Los volteo y los sirvo. Ella trae su bolsa con queso, almojábanas…y les servimos a todos…cada quien toma lo que quiere. Y lava lo suyo.
Salgo con Carmelita, nos reímos. Caminamos mucho, vamos a la plaza de mercado, negociamos con las marchantas. Siento que ya tengo mamá y un cálido hogar.
Cuando Manolito va al paraíso. Acompaño a Carmelita. Y al irse ella a buscarlo, quedamos solo July y yo. Ella va al Hogar de Abuelos y yo donde Lulú. Allí me regalan a lukas. (Perrito) Mi amor…que ya marchó.
Recuerdo un paseo al mar con Lulú, su compañero Antoni y una amiga Marar, nos divertimos mucho…jugamos con las olas. Nos dejamos arrullar…probando el salado de su espíritu. Maravilladas, viendo los rayos del sol penetrando en el agua coquetona y en el horizonte danzando y uniéndose cálida y amorosamente. Ahora July, se va también…se me adelantó…En este momento estoy feliz, porque voy a reencontrarme con ellos: Carmelita, Manolo, Antoni, Marar. Lukitas, July y papá…
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