SUMER, EL ERGUIDO

SUMER, EL ERGUIDO

Angela Quiñonez

18/09/2022

La tierra nueva florecía, las semillas esperaban su turno, abundaban los frutos, las aguas nutrían lo que a su paso encontraban y los animales, cuyo fenotipo no les garantizaba una protección eficaz, estaban atentos a esconderse de los peligros que los acechaba, los otros, que los superaban en fuerza y tamaño, recorrían libremente los caminos y sendas.

Aparece entonces, entre estos animales, Sumer, el erguido quien acompañado de sus hermanos recorrió la inmensidad que ante sus ojos se presentaba. Estuvo obligado a encontrar qué beber, por la inclemencia del sol abrasador, luego le surgió la necesidad de abrigo, para soportar los vientos huracanados provenientes del frío, descubrió entonces que sus pies, al contacto con la tierra de hielo, le producía una sensación desagradable, entonces, supo qué era el dolor.

Sumer y sus hermanos se sintieron animales conviviendo con otros parientes, en un planeta aún sin senderos ni caminos. Entonces, emprendieron el rumbo, usaron árboles, frutos, animales y a la misma tierra, para no pasar jamás necesidades y, de este modo, tuvieron el sentimiento de alegría.

Desde ese momento, hicieron casas de lodo, huertas, corrales para los animales, elaboraron instrumentos para hacer sus tareas más ágiles y sencillas. Sólo Sumer abrigó la idea inteligente de asistir a los otros con herramientas, alimentos que ahora él cultivaba. Así se le ocurrió intercambiar bienes y negociar sus servicios de enseñanza.

Sumer sintió que su saber lo hacia diferente, no le tenía nombre aún a lo que hacía, pero su sensación lo hacía pensarse el más erguido entre todos sus semejantes.

Con el tiempo sucedió que la idea inteligente de Sumer se hizo indispensable para vivir, con su cerebro más atento y funcional que nunca pactó alianzas, se impuso la fuerza, generó sufrimientos y angustias a cambio de enseñarle a sus hermanos erguidos lo que él sabía.

Fue así como Sumer se hizo hombre, aprovechándose cada vez más de su idea de intercambio, mostrando al mundo que podía poseer, oprimir y mancillar a sus semejantes.

El hombre Sumer trazó senderos para caminar en una vida llena de comodidades a expensas de los Otros, de las plantas, animales y de la misma tierra. Apareció así la idea de lo útil, la sensación de dominar, el deseo de luchar por no ser dominado.

El sol alumbró el día y la luna mostró su rostro, así Sumer el hombre erguido, sintió el paso del tiempo, contempló una tierra diferente donde sus hermanos eran parte del sendero para satisfacer sus necesidades, los había convertido en unos bichos dominados y necesarios para su intercambio. Nuevamente se consideró superior y miró a los Otros como insectos solitarios, sin ideas.

Uno de ellos pudo contemplarse y creyó tener la esperanza en la muerte solitaria, este Otro veía cómo sus congéneres exhalaban su último aliento considerados como partes del camino e insectos que que trabajaban para Sumer, con hábiles manos moldeando herramientas y vidas angustiosas para cumplir con horarios que satisfacían las necesidades ajenas.

Este Sumer contemplativo, puedo llamarse así mismo El hombre Samsa, al tratar de comunicar su visión a sus hermanos, pero estos últimos, no la entendieron en ese momento. Con el tiempo solo dejaron constancia de la existencia del Sumer Samsa.

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