Blanquita despertaba todas las mañanas con el canto de los pájaros y el llamado de su madre:
-Blanquita! Despierta dale el maíz a las gallinas, trae el balde y vámonos a ordeñar, no se te olvide el lazo para amarrar la vaca, ésto decía su mamá mientras tomaba la banca de madera para sentarse
a ordeñar.
Blanquita se ponía de pie tomaba su pequeño abrigo para protegerse del frío de aquellas montañas y al instante estaba cerca de su mamá camino al corral. Entre ordeñar y ayudar a su madre a encender el fogón de leña, hacer el desayuno y montar la olla con fríjoles para el almuerzo transcurría la mañana.
El padre desayunaba y salía a sus labores agrícolas y volvía a almorzar al escuchar el son del riel que hacía de campana, para de nuevo regresar a terminar su jornada hasta el atardecer.
Blanquita jugaba con los hermanitos, la abuela barría la choza, las gallinas corrían y huían del perro y las tórtolas del gato, así transcurría un día normal de trabajo de campo que se vió interrumpido por unos pasos que se aproximaban…
La abuela enseguida supo de quienes se trataba y en baja voz dijo a su hija y nietos: vengan para aquí que llegó la chusma! (rebeldes, guerrilla) siéntense y no digan nada, eran pasadas las 2 de la tarde y el sol brillaba en todo su esplendor, llegó un grupo de 25 hombres o más y saludaron: buenas tardes! buenas tardes contestaron todos, mucho sol cierto? Si señor respondió la abuela disimulando el temor que le producía la inesperada visita, el hombre hizo una pausa y dijo con autoritaria voz: pueden darnos algo de beber? Hemos caminado mucho y está carga es muy pesada (armas y morral) y tenemos sed. Si señor dijeron las mujeres y se fueron a la cocina, la mamá llamó a Blanquita y le dijo: acompáñame a traer limones del árbol.
Mientras tanto la abuela destapa la olla de barro dónde depositan el agua para que se mantenga fresca y se da tremenda sorpresa! cuando descubre dos cucarachas muertas flotando patas para arriba dentro del el agua… su preocupación crece cuando siente que unos pasos se dirigen a la cocina y no sabe que hacer pues no hay más agua limpia y si no les dan de beber no sabe que les puedan hacer esos hombres, rápidamente con el cucharón saca las cucarachas y las tira por un hueco que hay en la madera de la rústica cocina y que hace las veces de ventana y mirador a la parte trasera de la casa, su corazón late a mil pero conserva la calma en su rostro marchito por el sol y el humo del fogón de leña.
El hombre que se acerca pregunta con fuerte y arrogante voz: el ejercicio ha pasado por aquí o ha visto a alguien extraño? Y la abuela responde con disimulado temor: no señor nadie… por aquí no pasa si no el viento. Hay un silencio tenso y solo se escuchan las gallinas y los ladridos del perro.
Llega blanquita y su mamá con los limones, trituran la panela de caña de azúcar sobre la batea de piedra, la mezclan con «el agua fresca» y exprimen los limones y sirven la «deliciosa» limonada a los hombres, quienes entre sorbo y sorbo advierten que nada de decirle a nadie que ellos estuvieron allí y ordenan que les alisten diez gallinas, yucas y plátanos y se marchan sin decir ni una palabra y mucho menos gracias. Ya pasado el susto y calculando que están lejos la abuela cuenta la
anécdota de las cucarachas a su hija y nietos, todos ríen sintiendo satisfacción o algo así parecido una pequeña venganza a todo los daños causados en muchos lugares por la guerrilla.
Y aún Blanquita mi madre reía con satisfacción el día que contó a mi y mis hermanos la anécdota de la fresca limonada.
Fin.
En la foto: Blanquita y algunos de sus nietos.
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