El reloj de arena

El reloj de arena

Carmen Rodríguez

05/08/2022

Volver al trabajo en septiembre, septiembre, en septiembre. Como si fuera aún algo lejano.

Aquí , en esta playa , contemplo el mar, su horizonte, como si mi horizonte fuera tan infinito e inabarcable como la lejanía de ese azul que se mezcla con la línea azul que marca el cielo. Y septiembre me parece aún el futuro, un futuro a quince días de este presente.

Estoy sentada en la playa, juego con la arena, siento su temperatura caliente en cada grano,que finalmente resbala por entre mis dedos. Puedo observar cada pequeño cristal que la compone y como refracta la luz del sol de este mes de agosto en mi pequeño universo de cristales de arena, donde el tiempo se ha desparramado en miles de minúsculas partículas, formadas por destellos de segundos. 

Consumo los días de sol y sol, de agua y sal, y nada.

Todo está quieto, todavía  me  sacudo el ruido que me acompaña  la mente, con las prisas, las caras, las voces, el rebaño.

Camino a la casa, cojo las frutas que me van ofreciendo los árboles. En algún momento pienso en ese eslabón que un día perdimos, pero eso,a estas alturas, poco importa.

En agosto , al fin, puedo ser un animalito, como los peces o las hormigas o simplemente una mujer sin nombre.

No sé en qué momento cierro los ojos. Inhalo profundamente llenando mis pulmones de oxígeno, al exhalar, septiembre.

Súbitamente me descubro en mi pecera de cristal, llena de un espeso aire sin rastro de agua. Tengo dos pantallas frente a mí que refractan la luz de grandes focos, una foto del mar y un pequeño cactus sobre la mesa. Aleteo con mis brazos y mis pies, muevo mi cuerpo en ese pequeño espacio, que apenas puede trazar un pequeño  ángulo agudo con mi silla , golpeando una y otra vez contra el cristal de mi pecera.

Las hora pasan lentamente , me traen el alimento  en un tupper, entre  el ruido, las caras, las voces , el rebaño. 

 Me sacan  de la pecera a golpe de sirenas, tarjetas digitales y  firmas electrónicas .

Tropiezo con semáforos, andenes, hormigón. Miro hacia arriba , en las calles de la ciudad han instalado grandes relojes de arena , cada vez que me cruzo con uno,   una voz en off me anuncia la cuenta atrás hasta el próximo agosto. Miles de horas, miles de minutos, miles de segundos,  Yo miro fijamente ese último segundo caer y deslizarse entre mis dedos,  como si fuera la arena de mi playa.

Resignada,  regreso a la colmena, activo el número asignado de transporte en mi retina y contemplo mi horizonte, que se pierde en la línea gris de mi estación y en el largo y negro túnel de la noche, que me devolverá de nuevo a la pecera.

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