Agente supersecreto

Agente supersecreto

Javier Reiriz

04/08/2022

—Buenas tardes, buen hombre. Vengo por lo del anuncio del periódico. Ya sabe, lo de que se busca candidato para agente secreto.

—Chsss… ¡por los clavos de Cristo! modere el volumen de su voz, joven ¿quiere que se entere todo el planeta? ¿De qué anuncio y periódico me habla?

—¡De cuál va a ser! Se trata, por supuesto, del de “La Voz del Sur”, el diario donde sale hoy publicado. Mire, aquí está. Ponen la dirección de este lugar. Oiga, no me dirá que no sabe nada del asunto.

—Bueno, depende.

—¿Cómo que depende? Aquí tendría que haber ahora una peña del copón, porque el periódico se supone que tiene más tirada que el único ejemplar que yo he comprado ¿no? Además, hay mucha necesidad de trabajar y cualquier oferta de empleo está muy trillada. Permítame que le haga una pregunta: ¿soy yo el único que ha respondido a la llamada?

—Pues… puede que sí, o puede que no. Depende.

—Me está resultando usted un poco borde con tanto secretismo. ¿Va a decirme algo concreto? Porque si no me informa de lo que me interesa me doy el piro y aquí no ha pasado nada.

—Tranquilo joven, no se excite, que es malo para la salud. Comprenderá que la naturaleza del trabajo requiere la máxima discreción ¿o es que piensa que el puesto al que opta es de verdulero?

—¿Discreción?, ¿ha dicho discreción?, ¿y tienen el morro de publicarlo en el periódico? ¡Esta sí que es buena!

—Supongamos, y pongo el acento en el «supongamos» para llamar su atención sobre este término, con lo que ni afirmo ni niego nada ¿estamos? Supongamos, decía, que en efecto hemos puesto el anuncio ¿qué desearía saber?

—Hombre, pues todo lo relativo al trabajo a desempeñar. Qué sé yo… naturaleza del servicio, horario, vacas, findes, pagas… todas esas cosas.

—Déjeme ver la oferta. Sí, en efecto, el periódico pone todo lo que necesita saber. No sé por qué quiere llegar más lejos. Al contrario de otros, en este trabajo, cuanto menos sepa, mejor le ira.

—Pero bueno… ¿desde cuándo en una oferta de empleo no se informa del curro a realizar? A ver… ¿cuántas horas trabajaría a la semana?

—Depende.

—¡Y dale! ¿puede saberse de qué depende?

—Pues del asunto en el que estuviese metido en ese preciso momento. Dicen que el anterior agente, muy varonil por cierto, estuvo seis meses de un lado para otro sin descansar un solo día.

—¿Seis meses? ¿y qué hizo durante ese tiempo, hibernar?

—Dicen que huir.

—¿Huir? Pues ya me dirá de quién o de qué. Me estoy empezando a cansar de esta mierda. ¿No me puede usted informar sin que tenga que sacarle las palabras con sacacorchos?

—Huir, a secas. No puedo decirle más. Ya le pondrán al corriente si al final lo contratan.

—Creo intuir por qué huía. En todo ese tiempo se habrá hartado de interaccionar con inútiles, con personal como usted. Yo mismo pretendo escapar de la lista del paro porque ya estoy hasta las pelotas de salir retratado en ella un año tras otro. Al final seguro que el agente lo dejó por aburrimiento ¿cierto?

—No lo dejó. Dicen que lo mataron.

—¿Fiambre? Parece que ya empezamos a entendernos. Entonces, si hay riesgo, debe de cobrarse uno de esos pluses de peligrosidad tan jugosos. Todo un pastón ¿no?

—Depende.

—¡No me toques los cojones! Como vuelvas a emplear la palabra depende te juro que… ¡Cuánto, joder!

—Dep… esto… es usted un grosero, joven ¿acaso ignora que no puedo decírselo?

—Y por qué leches no puedes? ¿te lo tengo que sacar a hostias?

—Porque no lo sé. En esta profesión dicen que todo es secreto. Además, dado que se pone usted como un basilisco y que carece del más mínimo sentido del humor, le digo que todo es una broma. Hale, se acabó la discusión.

—¿Depende?, ¿dicen?, no haces más que marear continuamente con esas palabras ¿y qué es lo que sabe con certeza un mariposón repeinado y perfumado como tú? Desde que he llegado para informarme no has hecho más que hablar para no decirme absolutamente nada. ¿Sabes lo que te digo? ¡vete a tomar por el culo!… ¡y métete el puesto de trabajo por dónde te quepa!

—¡Oiga, que ya le he dicho que era una broma! Menudo genio se gasta el tío por nada. ¡Tiene que hacérselo mirar! Y yo me lo tengo bien merecido por intentar ayudar. ¡Y para que lo sepa, mala pécora… lo del anuncio es en la puerta de enfrente! ¡Yo sólo soy la portera!

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