La Inapetencia de Sabrina

La Inapetencia de Sabrina

Levy

01/08/2022

La abuela y la madre de Sabrina no habían podido estudiar. Sabrina había llegado a este mundo para cambiar esa historia de intranquilidad y desdicha. Si de algo estaba segura era de no ser como su padre, quien la había abandonado al nacer. Logró estudiar incansablemente y recibirse de Enfermera, vocación noble y altruista si las hay. Estaba feliz de poder regalarle ese logro a su madre aunque ésta no pudiera entenderlo así, producto de su  poca instrucción. En su deseo de superarse cada día, Sabrina contrariamente fue perdiendo con el tiempo, su pasión por el trabajo que tanto amaba hacer en años anteriores. Los malos tratos en el hospital, la mala paga a tanto esfuerzo, la precarización y flexibilización laboral sumado a la desconsideración de sus jefes terminaron agotándola. Si, para cualquier mortal…es mucho. 

Sabrina había resignado ser madre y también cerrado sus puertas al amor por su exigente vida profesional, exigencia que ella misma se imponía. Un día llegó Victoria a su vida, empezaron a cruzar miradas y cómplices sonrisas. Alguien había logrado mover todo su mundo quitándole el agobio que sentía en su rutina diaria. Sabrina no sabia ciertamente que le pasaba, algo raro comenzaba a surgir en su mente fría y racional pero también sentía cosquillas en su cuerpo cada vez que veía a Victoria. Los días seguían siendo sombríos y monótonos en el hospital pero de a poco dejaba de preocuparse por ser tan correcta y sumisa con sus pares y jefes. A los tan cotidianos abusos de autoridad que sufría se sumó algo mas. Habían decidido despedirla por rumores de compañeros maliciosos, diciendo que ella y Victoria tenían un romance. Si bien esta información no era real habían logrado  una vez mas derrotar su autoestima. 

Sus colegas comenzaron a mirarla distinto, a tratarla distante y hasta hablaban a sus espaldas. Su vida personal, aquella que siempre había cuidado celosamente, de un momento a otro se convirtió en la novela preferida del hospital. Victoria era un alma libre a la que poco le importaba la opinión de los demás pero sentía la fría distancia por parte de Sabrina cada vez que se acercaba a ella.  Por un tiempo ambas dejaron de hablarse y Victoria decidió cambiar de sector en el hospital. Ese generoso acto no fue solo para proteger a Sabrina sino también para no sentir nuevamente aquel desprecio que una vez había padecido en su adolescencia por parte de su padre al confesarle que era gay. Dejaron de seguirse en Instagram y también habían desaparecido las  risas a carcajadas y miradas sugestivas. Una vez más el mundo de Sabrina comenzó a despuntar el vicio de la aburrida monotonía. Esta vez no era igual, el vacío -ese que tanto le incomodaba- había vuelto dispuesto a destruirla. Era claro que sufría discriminación por parte de sus colegas que no solo le hacían sentir su desprecio por ser mujer sino ahora también por considerarla gay. Eso era algo para lo que los miembros del hospital no estaban preparados ni dispuestos a aceptar aun. Los malestares a diario comenzaron a invadir la mente de Sabrina sumado a su tristeza por extrañar en silencio a Victoria. Aun no lograba entender que había hecho de mal y se culpaba a si misma por algo que ni ella sabia bien que era. La presión en su trabajo era asfixiante.

Un día, el deseo fue mas fuerte y al llegar de su trabajo mientras le preparaba la comida a su gato Alfred tomó su teléfono y llamo a Victoria pero no hubo respuesta del otro lado. De repente se sintió tonta y empezó a imaginarse en un futuro anciana, sola y enferma sin un amor que la acompañe. Su desesperación y ansiedad crecían rápidamente ante la visión de esa escena. Esto solo habitaba en su mente pero en el fondo, sentía terror de parecerse a su madre.  

Se acomodó en su sillón estilo Luis XV, comenzó a mirar una serie en Netflix y de repente lo inesperado. Sonaba su teléfono y en la pantalla decía Vicky. Con sus manos temblorosas, su corazón latiendo exaltado y mirando fijamente a su gatito Alfred finalmente atendió el llamado.

-Hola (dijo con voz suavemente inusual)

-Hola! soy Vicky, tengo una llamada perdida tuya. Pasó algo (preguntó Victoria)

-Si, no. Quería saber como estabas (preguntó nerviosa)

-Bien, gracias. (se puede escuchar el silencio). Queres que nos encontremos? 

-Eh? bueno si, dale. Cuando? (preguntó con ansiedad nerviosa)

-Ahora. Abrí la puerta, estoy abajo. 

Sabrina de repente entró en pánico, no sabia bien que hacer pero venciendo su timidez bajó a recibir a Victoria.

Desde esa noche nada fue igual en sus vidas. Sabrina había conocido el cálido susurro del amor por primera vez, ése que jamás le habían brindado en su vida. Su alma había sido tocada por la dulzura mas tierna y sincera que solo es comparable con el amor de Dios. Victoria había logrado poseer a Sabrina no solo en cuerpo sino también en espíritu y alma. Aquella velada espontanea resultó ser la mas maravillosa para ambas.

Al otro día, con una seguridad inusitada, Sabrina concurrió a su trabajo pero no como siempre. Estaba llena de vida, su cara reflejaba algo que no se hallaba antes. Su jefe la citó para exigirle un día mas de trabajo a los que ya concurría pero al verla tan distinta dudando, prefirió no hacerlo. Los pacientes ya no eran una carga y sus compañeros empezaban a dejar de criticarla a sus espaldas. Nada se puede hacer contra una persona enamorada. Pasaban las semanas y la relación con Victoria había cambiado la vida de Sabrina. Ya no era una persona tímida e insegura en su trabajo, ni se dejaba atropellar por sus colegas.

Un día su jefe volvió a citarla, pero esta vez ofreciéndole un ascenso. Sabrina no podía creerlo pero aceptó sin dudarlo. Ese día, ese instante y esa charla fueron el broche de oro ante pasadas situaciones de abusos laborales y desconsideraciones e indiferencias. 

Sabrina se había arrojado a la valentía del amor y esto le había cambiado -sin saberlo- su vida en todos los aspectos.  La inapetencia de Sabrina había cesado al fin y esta vez era para siempre. 

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