El instante en que dejarían de ver la luz era apenas vislumbrado por la numerosa y variopinta fauna humana de la Tierra; este pequeño planeta, situado en plena Gran Vía del sistema solar, quizás fuese el único en todo el Círculo Lácteo con algo de vida inteligente, aunque vaya usted a saber…

Para nuestra estirpe la duración de su existencia tenía cierto componente de caprichosa aleatoriedad; como si girase en una ruleta, la vida daba vueltas y vueltas durante no se sabía cuánto tiempo, hasta acabar cayendo en el hoyo. Paradójicamente esa incertidumbre hacía más llevadera la existencia humana: sin fecha de caducidad predeterminada, la aparición de la Parca con su afilada dalla era imprevisible. Así, el hombre vivía como si ese fatídico momento no fuera a llegar nunca, lo que no dejaba de tener su cierta y puñetera gracia.

Pero de eso hace ya tanto tiempo… Las ciencias adelantan que es una barbaridad y la revolución biológica, tras haber experimentado la fecundación in vitro con la oveja Dolly, perfeccionó el ADN humano eliminando genes defectuosos que pudieran transmitir enfermedades hereditarias. La clonación de individuos genotípicamente idénticos era posible; utilizando el símil industrial de la cadena de montaje, la producción de monocigóticos en serie ya no tendría mayor misterio. Gracias a la manipulación genética la ciencia concibió una nueva estirpe totipotente y de obsolescencia programada, detalle éste muy importante para garantizar la renovación de las fuerzas productivas y asegurar el abastecimiento del siempre oneroso mercado laboral… A ver, señores: ¡que bisnes es bisnes!

Los nuevos individuos pertenecían a una variante clónica de avanzado genoma humano polinucleótido; su producción masiva, implementada mediante un sistema de doble hélice traspuesta con cadena de hebras entrelazadas y lazo en tirabuzón, haría que esta partida de superhombres fuese más eficiente, más productiva y bastante más rentable: ¿alguien da más? ​​De acuerdo con el principio de parsimonia la cosa no era tan complicada; gracias a la evolución filogenética y a la estrecha relación de parentesco existente entre taxones, tanto el progreso de nuestra especie como la rentabilidad del negocio
estarían super garantizados: ¡Un mundo feliz, vamos!

El problemilla surgió cuando aquella caterva de replicantes imberbes, conscientes de su fecha de caducidad se sublevaron negándose en redondo a enfilar el camino del desguace: ¡Tembló el Misterio! La épica Rebelión en la Granja no tendría punto de comparación con el gran pifostio que montó esta nueva estirpe de clones, cuya fuerza sobrehumana haría rechinar los ejes de la carreta, a la par que retumbaban los cimientos del entero planeta.

El experimento resultó un fiasco y la cosa acabó como el Rosario de la Aurora: el consorcio industrial abrió una investigación interna y los humanoides que no pudieron escapar por piernas fueron arrumbados en un almacén, para servir eventualmente como piezas de recambio. Paralelamente, a fin de evitar tentaciones de libre albedrío o pensamiento extraviado, el equipo científico diseñó una nueva generación de replicantes que, ya de fábrica, incorporarían modernos chips inhibidores de la voluntad.

Pero aquella cuadrilla obsoleta no se resignaba a permanecer allí oxidándose, y mucho menos a que la desguazaran a trozos. Como todo grupo tiene un cabecilla, entre ellos surgió Bruno, que espontáneamente dio un paso al frente: —Compañeros, no podemos quedarnos aquí cruzados de brazos, esperando a que los amos precisen algún repuesto en la cadena de producción y se acuerden de nosotros o, lo que es peor, nos hagan chatarra directamente.

—Si, pero ¿qué podemos hacer? De aquí no hay forma de salir, todo está atado y bien atado: en esta prisión no hay tronera ni resquicio alguno por donde penetre algo de luz. Además, ahí fuera están esos perros guardianes, ojo avizor siempre vigilantes, que nos impedirán escapar a poco que lo intentemos— dijo alguien con cara acontecida y brazos caídos.

Al sentir aquel alboroto, un ratoncillo que correteaba por allí se achantó, encogiendo las orejas y ocultando su largo rabo por lo que pudiera pasar. Expectante, el mus miró con detenimiento aquel grupo de gigantes idénticos y, viendo que parecían inofensivos, se atrevió a decir: —¡Hola! Os he escuchado y creo que estáis en apuros; quizás podamos ayudaros.

Extrañados, los epsilones dirigieron sus miradas incrédulas hacia el pequeño roedor y Bruno tomó la iniciativa: — Hola amigo, veo que eres muy perspicaz y conoces bien este sitio; ¿Hay alguna forma de salir de aquí?

— Soy Miky y veo que estáis encerrados; yo poco puedo hacer, pero mi amigo Topo seguro que encuentra la forma de ayudaros.

En vista del buen cariz que tomaba la cosa, la gran familia ratonil asomó confiadamente sus cabezas, observando con curiosidad al extraño grupo de recién llegados. Mientras tanto, Miky fue en busca del topillo, regresando enseguida con él.

— Buenas, soy Topo: aunque no puedo veros, Miky me ha puesto al corriente de vuestra situación y trataré de ayudaros. Conozco bien el subsuelo, cerca de aquí pasa un gran colector que desemboca en el mar; se trataría de abrir una pequeña galería y tendríais camino libre.

El grupo de humanoides se puso enseguida manos a la obra; rebuscando en el almacén, los replicantes encontraron útiles de pico y pala, con los que agrandaron el pequeño conducto abierto por los topos para beber agua de aquella tubería. Ayudados por los roedores pronto agrandaron el pasadizo para Bruno y los suyos, que se dispusieron a salir de allí no sin antes agradecer a los múridos su decisiva aportación.

— ¡Miky, Topo! Mis compañeros y yo estamos en deuda con vosotros— dijo Bruno; nunca olvidaremos vuestra generosa y desinteresada ayuda.

—Id en buena hora —respondió Miky, aprovechando el momento para explayarse a gusto: algún día este mundo cambiará y la opresión terminará, del pasado añicos haremos y todo seremos los parias que hoy nada somos. Mi especie está destinada a ocupar un lugar destacado en el nuevo mundo tecnológico y estoy seguro de que la familia Mouse colaborará con vosotros, apuntando certeramente al objetivo en la pantalla de vuestros ordenadores. ¡Salud amigos, allí nos encontraremos!

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