Comenzar a escribir sobre el trabajo se me vino a la mente el de mi padre que murió joven. Deseché la idea porque no contaba con información necesaria para hacerlo. Entonces, ¿Qué escribo? Mi mente estaba en blanco….. ¡Eureka! se me iluminó la ampolleta, lo haré sobre mi trabajo. ¿Por qué no?
Una historia,….. la mía.
Corría 1976. Había terminado mis estudios de contabilidad y llevaba seis meses trabajando en una oficina contable. Por los medios de comunicación me entero del llamado a concurso de un organismo público, el Servicio de Aduanas de mi país. Con ilusión presenté los antecedentes y documentos exigidos. Al cabo de dos meses fui llamada para las fases siguientes: prueba de conocimiento, entrevista y test sicológico. Por carta certificada, un mes después, supe que había sido seleccionada para ocupar uno de los 120 cargos que se encontraban vacantes. ¡La puerta hacia el futuro se abrió ante mi! Mi renuncia al trabajo anterior no se hizo esperar. ¡Estaba feliz!
Nerviosa y emocionada llegue al auditórium del Servicio donde convocaron a los nuevos funcionarios. Nos dieron la bienvenida y nos derivaron a las dependencias donde íbamos a desempeñarnos. Me destinaron al Departamento de Remuneraciones. Tenía 20 años, estaba soltera y residía con mis padres. La renta que iba a percibir estaba asociada al escalafón de administrativos en donde quedé encasillada y no me importó pues me propuse trabajar y aprender para cumplir bien con mi deber. Mis expectativas de pertenecer y laborar en una entidad pública o privada para crecer profesionalmente, se estaba cumpliendo.
El jefe del departamento al cual llegué, le gustaba trabajar más con mujeres que con varones. Decía que la mujer es dedicada, minuciosa y responsable. Por ello, su personal lo conformábamos siete mujeres. Fue nuestro maestro. Nos enseñó y formó laboralmente, nos incentivó el compañerismo y el trabajo en equipo. ¡Cuánto aprendimos de él! Sobre todo yo, que pasé a ser su brazo derecho, es decir, la segunda a bordo.
La misión de la Unidad es determinar y pagar las remuneraciones a todo el personal de la institución. El trabajo era arduo pues en la década de los 80 contábamos con un sistema informático de remuneraciones con data del año 1960, el cual, con el transcurrir del tiempo, fue quedando obsoleto lo que nos producía dificultades para liquidar los sueldos. Muchas veces tuvimos que calcular en forma manual. Como equipo, incluido el jefe, siempre salíamos adelante con éxito, pagábamos correctamente y en la fecha establecida. Ejecutábamos nuestra labor de la mejor forma posible sin contar con la tecnología adecuada para ello. Cuando se instauró la democracia en Chile en 1990 por término de la dictadura militar, otros aires se respiraron en el país. Asociado a ello, en lo referente a las funciones y procesos de la entidad fiscalizadora del Estado en la que laboraba, trajo muchos cambios, entre ellos, la modernización y capacitación de sus trabajadores. En lo referente a mi Unidad, nos entregaron ordenadores para cada una y capacitación para el uso de Excel y de Word. Dos herramientas que alivió en parte el desarrollo de nuestro trabajo. ¡Fue un gran avance para nosotras! Ya no teníamos que calcular a mano ni pelear con el teclado de las viejas máquinas de escribir cuando teníamos que emitir un documento. Actualmente se cuenta con equipos de computación y programas de remuneraciones con tecnología moderna.
Con el paso de los años, en 1997 nuestro jefe jubiló y asumí su cargo como subrogante. Posteriormente fui nombrada jefa de remuneraciones y seguí su ejemplo, enseñar a las nuevas generaciones de funcionarios y funcionarias que llegaron a trabajar a la unidad bajo mi jefatura, mantener el compañerismo y el trabajo en equipo.
Los recuerdos se agolpan en mi mente para ser mencionados en mi historia laboral. ¡Tengo tanto que contar, pero sería largo de narrar! No dejan de ser los 45 años de trabajo en cuanto a la relación personal con mis superiores, pares y subalternos; a los altos y bajos que viví en mis distintas etapas contractuales como administrativa, subrogante y como jefa titular de un departamento; a las anécdotas que surgieron que, al recordarlas, me hacen reír; las vivencias que me estresaron o me hicieron llorar por culpa de mis superiores pero que no afectaron mi ánimo ni me hicieron sentir menoscabada, porque no les mostré mis lágrimas de rabia e impotencia por situaciones desagradables e injustas que se produjeron. ¡Uf, fue un enriquecimiento para mí en todo aspecto durante los años trabajados!
El tiempo que caminó conmigo no pasó en vano desde que la puerta a ese nuevo mundo se abrió para mí. Contraje matrimonio, con el trabajo de mi esposo y mío compramos la casa, educamos a nuestros dos hijos y entré a estudiar en la universidad Administración Pública, carrera ad hoc, la que compatibilicé con mis conocimientos contables en beneficio de mi desempeño laboral. El cargo que asumí era de mucha responsabilidad. Me encantaba ejecutarlo bien al igual que mi trabajo tal como me lo propuse cuando ingresé al mundo laboral. Sin embargo, aun cuando contaba con el apoyo de mis colaboradores, decidí acogerme a retiro porque era mi hora de jubilar. Lo hice con la tranquilidad que dejaba un equipo de trabajo cohesionado y bien preparado con los conocimientos necesarios para llevar a cabo sus tareas y sobrellevar las dificultades que se les presentaran. Hasta que nombraran un nuevo jefe o jefa, les ofrecí mi apoyo como ellos lo hicieron conmigo. ¡Mucha gracias querido equipo!
Quizás, al leer esta historia, algunos rememoren sus vivencias laborales. La experiencia adquirida durante el caminar por la senda del trabajo, aunque sea o haya sido amarga, es una enseñanza. Una de ellas es a no decaer y salir adelante. Yo, lo hice.
Hoy tengo cerrada la puerta que se abrió para mí en su oportunidad y he abierto otra, la del mundo de la jubilación que estoy viviendo. Esa será otra historia para contar.
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