Revolución laboral: el día negro

Revolución laboral: el día negro

Fernando Mugo

25/06/2022

Antes de comenzar: 

Estimado lector, recomiendo ver primero el video. Usa audifonos si puedes. Luego de verlo puedes pasarte por el texto que hay debajo (que es el relato en su más pura escencia) y la galería (que cuenta un sin fin de historias en unos cuantos trazos). Gracias por tu visualización. Un abrazo fuerte. 

El día negro pasó a ser crucial. Pronto estará en los libros de historia. Sí, ¿pero no te has preguntado que clase de sucesos dieron pie a una revolución tan importante? Te sorprenderías. 

Todo comenzó el día en que echaron a Paty del trabajo.

Esa mañana llegó puntual al taller. Dejó su bolso en el casillero y se dirigió al cuarto de máquinas. Sus compañeros yacían reunidos frente a la oficina del supervisor. Eso le pareció extraño. No se tenía planeada una junta.

Caminó intrigada hacia el tumulto. El presidente de Arlo S.A. de C.V. se encontraba ahí. Le acompañaban un par de hombres ataviados.

— ¿Cuántos faltan? — Preguntó el presidente al supervisor.

— Uno más. Pero ya podemos comenzar.

El presidente asintió con la cabeza.

— Buenos días a todos — hizo una pausa para aclararse la garganta —. Hace meses que los socios y yo arrancamos con un proyecto de renovación. Adquirimos algunas máquinas de nueva generación que nos harán dar el salto al futuro. Les exhorto a que miren detrás de ustedes.

Todos se giraron para observar. Había cuatro bultos cubiertos con sábanas.

El supervisor caminó hasta ellas y tiró de las sábanas una a una, revelando las extrañas maquinarias que parecían sacadas de una película ciberpunk.

— Veo innecesario hablarles sobre su funcionamiento — continuó el presidente —. Basta con decir que hacen el doble de su trabajo en tiempo récord y además son autómatas. Por tanto, su labor ya no es requerida. Pasen por favor a la oficina de la señorita Villegas. Les otorgará una compensación por su tiempo en Arlo. De mi parte es todo. Que pasen un excelente día.

La indemnización de Paty fue casi como un insulto. A tal grado que pensó en incendiar la fábrica. Un par de niños dependían de ella, ¿Cómo iba a explicarles que comenzarían a pasar hambre porque en su trabajo la sustituyó una máquina inteligente?

Esa misma noche tuiteó a modo de protesta. Sabía que nada cambiaría, solo quería liberar el fuego que amenazaba a su corazón. Era consciente de que las autoridades no tocarían al gigante de hierro, pero tenía la vaga esperanza de que las redes sociales sirvieran de algo. Y así comenzó la revolución.

Otros trabajadores, despedidos bajo circunstancias similares, se unieron a la causa. Luego se creó un grupo de Facebook. Miles exigían una solución.

Comenzaron las marchas pacíficas. «Las máquinas no comen; mis hijos sí» rezaban los carteles.

El jefe de gobierno puso una solución sobre la mesa: ayuda económica a los desempleados. Nadie estuvo de acuerdo. No querían sobras. Estaban hartos. Se había caído al piso el trozo de tela que vendaba sus ojos. Se había partido la soga que ataba sus manos. Arrancarían por fin la cinta adhesiva que sellaba sus labios…

Todo se salió de control.

El conflicto comenzó la madrugada del 24 de agosto del 2026. El sindicato de desempleo (como se hicieron llamar quienes conformaban el primer grupo de Facebook), salieron a las calles y prendieron fuego a las fábricas. Incendiaron todo a su paso. No hubo gota de agua que apaciguara el arder de las llamas.

Por la mañana, un grupo pacífico protestó frente al palacio de gobierno. Eran aquellos que conservaban un empleo. Buscaban un aumento de salario.

La policía antidisturbios se hizo presente y dispararon contra los civiles desarmados. Usaron munición letal esta vez.

Eso enfureció al pueblo.

Más grupos salieron a luchar. Unos sin más armas que el poder de su voz, otros con las manos llenas.

Crecieron los incendios, se derramó sangre… Hasta que el presidente renunció a su cargo. El poder fue tomado por una mujer llamada Fabiola Franco, presidenta del sindicato, la mujer que cambió el país.

La mañana del veinticinco de agosto no amaneció. El humo pintó el cielo de gris. Por eso lo llamaron el día negro.

La conclusión fue una reforma que regula el uso de la tecnología en todo campo laboral. También un seguro de desempleo. Ah, y un aumento considerable en el salario mínimo.

México pasó a ser una potencia mundial. Pero eso es historia para otro día.

Galería:

Un día negro dice mucho
La modelo es Anya Taylor-Joy
Tres sombras danzan… ¿A dónde se dirigen?
El mal sopla, crea figuras de avaricia y moral distraída.
Robot, demasiado robot.
Reconoce su inexistencia de valores…
El teclado puede ser una flor de loto o un arma de destrucción masiva.
Unos hablan, otros reprimen.
La ciudad es una cienaga atiborrada de caimanes.
Simplemente México.

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