Cocinaba y miraba que la comida no se derramara sobre las hornillas mientras cortaba algunos pimientos verdes. Era sábado de ensalada, tortillas y jugo de naranja. A poco tiempo de terminar su plato favorito, sonó su celular. Impresionada por quien la llamaba, miró de inmediato el reloj en su muñeca y pidió 30 minutos a su emisor para poder llegar puntual.
Había postulado para un trabajo por recomendación de un amigo, y la contactaron de aquella empresa. Tenía curiosidad por ingresar a trabajar en aquel sitio, así que sin nada más que pensar y emocionada por la oportunidad que se estaba presentando, corrió hasta su cuarto. En el camino perdió una chancla, pero la preocupación que empezó a generarse en ella al imaginarse en la entrevista le permitió llegar descalza a la habitación.
Su mente parecía un debate entre un diseñador de moda y un mentor de consejos para dar una entrevista y quedarse con el trabajo. El uno quería vestir algo ligero y despampanante, el otro se decidía por lo formal. El tiempo era muy corto dado que debía viajar hasta otra ciudad. Entonces llegó a un acuerdo con sus locos dirigentes en la cabeza y finalmente vistió una chaqueta roja y pantalón negro. Los zapatos, siendo quienes dirigían su andar hacia lo inaudito, fueron negros con 10 cm de tacón. El toque de maquillaje necesario que resaltara sus pestañas debido a que se llevaba cubre bocas, un perfume discreto, y estaba lista.
Como haber llamado al 911, el taxi llegó de inmediato luego de ser solicitado. Los 20 minutos de viaje le permitieron revisar sus apuntes y tener claro lo que diría si le hacían algunas preguntas que ya había practicado.
Al llegar a las oficinas de «TCA», los nervios empezaron a apoderarse de ella. Tragó un poco de saliva y con el ceño algo fruncido, se acercó hasta un joven de la entrada. Él, muy amable, la dirigió a su lugar de entrevista y la invitó a sentarse en una de las sillas que estaban alrededor de una mesa ovalada.
Mientras esperaba, su pulgar derecho empezó a generar un movimiento involuntario al compás de sus nervios y chocaba contra su opuesto. Respiró hondo como tratando de darle vida a sus pulmones y de pronto apareció la Jefe de Calidad de aquella empresa.
Una mujer muy seria, sin el más mínimo rastro de querer sonreír. Muy atenta la saludo y sin ningún rodeo empezó a explicarle cuál era el proceso de selección y el número de interrogantes que tendría que responder. Habían pasado 10 minutos en los que se evaluaron las aptitudes para el cargo con un total de 20 preguntas. Este fue el tiempo suficiente para saber que obtuvo 2 errores y una puntuación de 18.
Las preguntas erradas eran las que sin duda no conocía, pero siendo que este podría ser su segundo trabajo y que empezó a experimentar esta situación de las entrevistas, no dudó en preguntar cuáles serian las respuestas correctas. Las obtuvo y salió de la oficina más tranquila porque al final estaba comprobando que nada era tan difícil como le hacía pensar su cerebro.
El lugar donde quedaba la empresa era nuevo para ella. No sabía como regresar a casa, pero con toda la colisión de emociones entre no quedarse callada, ser honesta, no mostrar nerviosidad y seguridad en lo que decía, hizo que siguiera por el primer camino que encontró. Después de todo, extraviarse era lo que menos le preocupaba.
Tenía claro que faltaba 1 sujeto por ser evaluado porque fue ese mismo quien ingresó a la oficina de entrevistas luego de que ella saliera. Ya de regreso a casa, mientras se acomodaba en el asiento del autobús, recibió una llamada.
– Ing. Valencia le llamamos de «TCA», felicitaciones. El trabajo es suyo, empieza desde el lunes.
No lo podía creer. Pensó que no lo lograría, y ahí estaba esa llamada para recordarle que la seguridad y asertividad que había mostrado hicieron de las suyas. Así que grito, ¡sí!, ¡lo hiciste!, y luego una gran sonrisa se dibujó en su rostro.
Paso un día, luego 2 y justo al cumplir sus tres meses en el trabajo le llegó una prueba a la cual se rehusó por completo. Anteriormente, le costaba decir que no, y terminaba aceptando algunas cosas por complacer a quien se las pedía. Esta ocasión era diferente. Dirigir a gente que era mayor para ella, al inicio fue desafiante porque no podía liderar al igual que lo hacía en su grupo de clase.
Días después, al ganarse el cariño y respeto de sus semejantes, designar tareas a su personal a cargo era algo divertido y enredoso al mismo tiempo. Al entablar una amistad con un obrero del cual todos le advirtieron que era un individuo extraño, pronto hizo que la miraran diferente. Unos con suspenso, otros como mediadora entre jefes y operario.
De cualquier forma, la actitud que había tomado Nicolás en el trabajo luego de la muerte de su madre hizo que sus superiores buscaran la manera de deshacerse de él. Aquel individuo era envasador del producto que se fabricaba y una envasadora automática era la solución para echarlo de la empresa. Nadie se preocupó por saber que provocó que este hombre cambiara y simplemente actuaron en conveniencia propia. Era buen trabajador, pero la decisión estaba tomada y lo único que hacía falta era tener a alguien que le comunicara esta noticia.
Denisse era la chica adecuada, pero en tres meses, no era la misma mujer que ingreso. Pudo darse cuenta de las máscaras que llevaban puestas algunos de los dirigentes de «TCA», se estaba jugando su puesto de trabajo al negarse a darle la noticia a Nicolás. Sin embargo, por primera vez en su vida profesional entendió que esas no eran sus funciones.
Y que las noticias por malas o buenas que sean deben ser ejecutadas por sus responsables, porque había algo que ni siquiera Dios podía lograr «Caerle bien a todos».Y negarse a hacerlo por facilitarle el trabajo a su superior le confirmaba lo último mencionado.
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