Singapur 2030

Singapur 2030

Magorayo

28/07/2022

Un vip inusual sonó en mi teléfono móvil. El vozarrón neutral del mensaje automático se desplegó en la sala estar:

Virginia Colodrero absténgase de ingresar a World Word Corp. Inc. ha sido despedida con causa justificada

Temblando y llena de ira tomé el descensor. Luego, oprimí el botón para que la cinta transportadora me condujera a las oficinas del trabajo: #opción inhabilitada#. Igual resultado obtuve aplicando los comandos de voz.

Decidí utilizar el demodé modo humano. Bajé las escaleras destilando odio y enderecé la marcha hacia el estilizado edificio azul vidriado. Había concurrido allí durante cada día en forma ininterrumpida durante los últimos dieciocho años. La hoja de vida digital en línea lo acreditaba. Una trayectoria impecable; tanto cuando ejercía el extinto periodismo, como ahora, que me entregaba a optimizar folletos de publicidad para promover el turismo en la Nación, o se me asignaba la tarea de explicar en forma sencilla la manera de operar los cada vez más sofisticados aparatos tecnológicos.

Hecha una furia me aproximaba a la construcción. Ahora me van a oír, pensé. Pero a ciento cincuenta metros de distancia del blindex de la entrada una descarga eléctrica golpeó mi humanidad haciéndome trastabillar y perder el control de esfínteres. Me incorporé, sintiendo la risa socarrona de quienes viajaban en la cinta de transporte más próxima.

Luego retrocedí, de un tirón me arranqué de la muñeca el chip unívoco-identificatorio y volví a intentarlo. Esta vez la descarga eléctrica fue mayor y pude oler mi propia carne chamuscada.

En ese estado me dirigí a una de las bocas de las Oficinas de Gobierno, un robot anodino -sin atender a mi crispación- comenzó por desconocerme por carecer del implante unívoco-identificatorio. Solo luego de reinsertarlo se avino a atenderme para brindarme como toda respuesta: La causa justificada no requiere explicación. Junto a la tercera vez que debió repetirlo, dada mi inquietud e insistencia, un módulo mecánico me apresó y de prepo me llevó hasta la salida de la edificación.

Quise compartir mi traumática experiencia, saber si algún otro había sufrido o estaba padeciendo lo mismo. Descubrí que en mi móvil habían desaparecido los contactos laborales. Traté de programar visitas a la casa de mis colegas pero la opción estaba: #no disponible#. Volví a mi departhabitación y calculé cuántos días me quedaban de saldo – alimentación.

Una semana después, sin otra alternativa, regresé a las Oficinas de Gobierno, en esta oportunidad, marqué la opción #búsqueda laboral#. Me anoté en lista de espera para recolectora y clasificadora de residuos, mantenimiento de piezas electrónicas, agricultora y pornoshow.

Mientras tanto, tomé el único empleo disponible: #oficinista con fines turísticos#. En la prácica, se trata de un flamante programa de gobierno orientado a revertir, o al menos mitigar, la mala imagen mundial, generada por el reemplazo sistemático y abrupto de trabajo humano por tecnología artificial e inteligente.

En el recinto de trabajo no está permitido expresar opiniones o emitir comentarios desfavorables que puedan llegar a oídos de los visitantes que llegan para ver las maravillas de nuestro pequeño territorio. Tampoco es posible entablar debate alguno con los nuevos colegas. Un bozal censor sublingual impide articular palabras consideradas peligrosas o ambiguas, y en caso que su sonido sea detectado un filtro las distorsiona.

Cada vez somos más trabajadores los que recalamos en este empleo, las cintas transportadoras que se dirigen hacia lugares centrales de la ciudad van cada vez más vacías, pasando con mucha menos frecuencia.

El trabajo de oficinista con fines turísticos consiste en realizar labores de oficina estatal administrativa, se proyectan informes, se preparan estadísticas, se bocetan cursos de acción, programas de sostenimiento, presupuestos, obras de infraestructura, podría continuar la enumeración hasta el infinito.

La señalética de estas oficina aluden al Estado Nacional pero aquí nada se resuelve, da, otorga, quita ni concede. Las únicas decisiones que se ejecutan en nuestro territorio, provienen en verdad de las Oficinas de Gobierno, allí donde un ejército de robots programados atienden y derivan, modifican y deciden, resuelven o suprimen.

Es imposible saberlo, ya que no tengo manera de entablar con mis pares conversaciones genuinas, pero estoy convencido de que la mayoría de ellos no percibe que toda la labor que se nos asigna es pura pantomina. Un simulacro de la realidad: abstracto, insustancial, estéril.

No quiero abundar ni abrazar este tipo de pensamientos porque cuando me irrito el chip unívoco-identificatorio me proporciona una sustancia sedante y me aletarga. Pero además, abrigo ciertas dudas respecto de aquellos que se anuncia han partido de viaje. Jamás han regresado.

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