Mi profesión era perfecta. He vivido por y para ella. La valoro como » especial» ¡Disfrutaba tanto!. Los días que me encontraba mal, por diferentes causas externas al oficio, cuando empezaba a trabajar iba mejorando poco a poco hasta que me sentía nueva. Un día tras otro iba consiguiendo unos vínculos con mis clientas que yo establecí como indisolubles. Desde que entraban por la puerta y empezábamos a charlar nos sumergíamos en aventuras vividas y por vivir ….ese tiempo era «otra vida». Me contaban sus historias. Conversaciones que se alargaban, algunas veces, más de la cuenta poniéndonos al día  de nuestros » asuntos». Nos reíamos. También había momentos para las tristezas y tenía que infundir ánimos que  sacaba de lo más íntimo  y sopesar si no estaría equivocándome con lo que les decía. Las prisas de este mundo, muchas veces quedaban fuera. La precisión era lo único que importaba. La especificación en los trabajos era prioritaria. Otras veces sucedía todo lo contrario: la rapidez en la ejecución de los servicios era la que mandaba.

Los cabellos son definitivamente la identidad de cada persona. Podía, por que los dejaban en mis manos, disfrutar con ellos, manejar, colorear, alisar, rizar, cortar…alargar, recoger, soltar… ¡Una maravilla!

 Habitar en la rueda de la moda me ha dado la oportunidad de viajar y aprender de lo que he visto y vivido. Cursos, encuentros a niveles internacionales, nacionales…

Descubrir que todos somos portadores de secretos. y que igual que hay mucho «de malo» también  hay mucho «de bueno». Me he llevado muchas sorpresas conociendo temas que nunca hubiera imaginado.

Siempre he tenido la duda ante un nuevo reto en mi trabajo si  sabría realizarlo. Tenía la idea , la trabajaba y  trasladaba al folio y allí  acababa de clarificar hasta conseguir lo que «en teoría» solicitaban. Porque eso era «otra cosa». Lo que quería la/el cliente. Cual era su perspectiva. Como lo expresaba y yo lo comprendiera. Afortunadamente con los soportes que hay: revistas, redes sociales… pronto lo resolvíamos. Siempre buscando ese corte, color, rizo o alisado, que la/el cliente te había indicado. En busca de la imagen que ellas/os querían conseguir. Miles de horas he pasado sujetando: pincel, tijeras, navajas, peines, cepillos con diferentes estados de ánimo sin dejar que se notaran en el exterior. Embarazada  estaba al pie del cañón. Dejaba el peine para dar a luz y a la semana ya volvía a trabajar. Muchas veces lloraban los bebés esperando el pecho de su madre. Pronto ya pasaban al biberón. Me he sentido muchas veces culpable de no poder estar con los hijos el tiempo qué, quizás, me necesitaban. Delegaba, sus episodios febriles y reuniones escolares en los familiares (eso será para otro relato). ¡Había que pagar la cuota de autónomos!

Mi profesión la realizaba en el mismo domicilio que vivíamos la familia. Varias veces los hijos, pequeños, se iban a dormir, cuando yo  aún estaba trabajando. Cuidados por sus abuelas me venían a dar » el beso de buenas noches» y cuando se levantaban, yo, ya estaba al» pie del cañón» y se quedaban asombrados pensando que no me había ido a acostar. Sí que ha sido agotador. y muchas veces con ganas de cambiar de trabajo pero aguanté años y años. Era un cansancio limpio. De ese que al acostarte y repasar el día estabas satisfecha del trabajo realizado. No todo ha sido «de color rosa» Ha habido momentos de equivocaciones, experiencias «raras», errores, disquisiciones morales, un tierra trágame. Ante alguna encrucijada y decisión que debía de tomar me decía: «Allá que se va», » Nada te será dado habrás que cogerlo por ti misma».

He trabajado todos los segmentos de edades. He tenido, lo que considero «suerte» poder relacionarme con todos ellos. Desde bebes de pocos meses y viendo como crecían, primeras comuniones, adolescentes queriéndose comer el mundo, sus bodas, sus divorcios, etc. 47 años dan para alternar con un amplio tipo de personas.

Me han enseñado a cocinar. Nos hemos traspasado recetas, sobre todo cuando se acercaban «Las Fiestas Señaladas» en el calendario. A coser, tejer lanas, hacer ganchillo. Siempre me daban ideas. Nos intercambiábamos lecturas, títulos de libros y películas. Quedábamos para hacer kilómetros algún  día festivo para terminar alrededor de unas cañas bien frías, después de hacer unas buenas excursiones.¡ Que risas tan buenas nos hacíamos!  
 En ese tiempo los hijos han crecido y se han emancipado. Han creado sus propias familias.

Un día se acabó y aunque continúo interesándome por el devenir de la profesión no la echo en falta. Tengo asumido que todo se termina y, mientras, sonrío a la vida que se me ofrece como un buen libro que empieza cada día  con una página en blanco que tengo que llenar. 

Ha sido mi particular viaje a Ítaca. Lleno de aventuras, lleno de experiencias. Ítaca me brindó un hermoso viaje. Ítaca no me ha engañado.

Lo importante : he aprendido mucho. Me han enseñado tantas cosas que estoy muy agradecida … y sobre todo ha sido fantástico realizar la profesión rodeada de unas personas extraordinarias.

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