El mensaje es duro, certero y por más que se esfuerce en ser suave y amable, no se puede.

Y no crean que no lo entiendo, porque si, es muy básico, hace tiempo que me doy cuenta de que algo anda muy mal.

Sin ir más lejos, los  viernes es el día de hacer compras. Siempre soy yo quien las hace y nunca me hace advertencias sobre el gasto, al contrario, » compra lo mejor, no escatimes», suele pedirme y así lo hago.

Hasta hoy. Y hoy  es Sábado.

Discretamente me entrega un rollito de billetes y una lista. 

Una lista! . La leo para no comprar algo que no esté escrito y me abrazan la tristeza y la preocupación.

Sin verme a los ojos se retira dándome la espalda siempre altiva.

Su cabeza, perfectamente peinada delata que hace bastante que no se pinta el pelo. Las raíces blancas se enredan con los pelos dorados como eslabones fuertes.

Sus manos, ayer con varios anillos caros, se han despojado de ellos moviéndose nerviosas dibujando frases que su boca no dice pero que intuyo.

Tiene toda la pinta de una gran señora, una muy importante.

Ella ha sido el timón de su barco, un barco grande que ha conocido muchos puertos.

Pero no quiero que me lo diga. Tengo miedo de oírla argumentando que ya no puede pagar mi sueldo.

Estoy en ésta casa hace 40 años. 

He sido testigo de nacimientos, mentiras, alegrías, bodas y entierros. Tal vez el más lúgubre inesperado haya sido el del señor Santos, el esposo de la señora.

Formaron una gran familia, hijos, nietos, que entraban y salían de la casa todo el tiempo .

La cabeza, la señora Hilda, una capitana de gran carácter al mando de éste barco herido de muerte al sucumbir el señor.

Su tripulación no tiene vocación alguna para mantenerlo navegando. Las tormentas, aún las más débiles, no han conseguido forjar el carácter de casi ninguno. 

Los hijos tres hombres y cinco mujeres, fueron educados para ser gente de negocios o doctores.  Su padre había sido un médico muy reconocido y algunos hijos siguieron sus huellas.

Pero ninguno tiene el talante de su madre, olas , las mareas y los vientos les doblegan fácilmente, sólo la vieja capitana ha tratado de mantener a flote ésta familia que poco y nada se interesa en ser unida.

En silencio, tomo mi abrigo y salgo a la compra, deteniéndome a comprar algunos lirios para el salón. Sé que no nos podemos dar el lujo de tener flores frescas en los jarrones, pero también sé que su olor hará más fácil mi partida cuando me pida que me marche. 

Detesto el olor de las flores, prefiero el tufillo de las cebollas quemándose en la grasa caliente para la sopa. Y el aroma del mar, no hay otro que me dé tanta felicidad .

Si sólo pudiera hacer algo para no tener que irme!.

_ Señora Hilda , necesito pedirle algo_ le digo mirándola a los ojos.

_ Dime Antonia_.

_ Llevo 40 años en su casa sirviendo. Sé que es un momento difícil para usted pues veo que debe prescindir de los servicios de algunas personas aquí. Le ruego que no me pida que deje su casa, no sabría dónde ir ni que hacer.

Comencé a trabajar aquí con solo 14 años. Mi familia no podía mantenernos a mis hermanos y a mi, así que nos repartieron cómo cachorros a  familias acomodadas que solían pedir ayuda para sus casas en la iglesia del pueblo. Mano de obra barata o gratuita. 

En éste contexto pasa mi vida, sin tener un sólo centavo ahorrado, ni marido, ni hijos propios ni nada. Ni un perro que me ladre.

_ No puedo pagarte mi querida_ dice .

_ Si nunca me ha pagado! _ le digo casi ofendida por su comentario.

De pronto su cara huesuda se pone tan pálida que me asusta, su mirada me taladra sin piedad alguna.

_ Eres muy ingrata! suelta muy molesta.

_ Disculpe, no lo digo como reproche, aquí no me falta de nada y lo agradezco, lo digo para que me permita quedar con usted, usted es mi única familia doña Hilda.

No seré yo quien abandone el barco, ni me asusta la tempestad ni nada, pero no quiero quedarme sola ni viendo a la señora ahogarse en un mar de penas.

No es fácil cerrar la bitácora, pero es preciso. Así que muy a su pesar la casa pasa a manos de terceros vaya una a saber con qué propósitos.

Ella jamás sabrá que el señor entraba a mi cuarto muchas veces para obligarme a hacer cosas horribles, insultándome luego , golpeándome y tratándome cómo si fuera de su propiedad.

Jamás lo sabrá.     

Estoy muy cansada.

Ya llevamos 12 horas en éste viejo tren y ni miras de llegar a nuestro destino.

Afuera, un cielo muy gris anuncia tormenta, mientras el frío se cuela por todos los huecos dejándonos heladas y sin fuerzas.

_ Falta mucho para llegar ? _.

_ No demasiado, allí nos esperan con el fuego del hogar encendido seguramente_.

_ Ojalá_ digo dudando.

En el andén de la estación , una pareja desganada y muy joven nos ayuda con las maletas y nos llevan en su carro hasta una enorme casona cerca del mar.

_ Capitana!_ le dice el muchacho alegremente, bienvenida a casa.

Es una bella y helada casa, donde nadie enciende el fuego.

La capitana y su fiel compañera ya tienen donde vivir, un barco nuevo. Un nieto al que hace mucho tiempo no ve, nos dará un lugar donde ella y yo podamos seguir navegando por los mares calmos de la vejez cercana, hasta que las olas y la espuma nos cubran para siempre. 

Un sonriente y cariñoso contramaestre me entrega un pequeño sobre. _ Éste es tu salario, espero sea lo justo_ me dice asintiendo.

Mi primer sueldo. 

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