Aclaración: el término ñoqui es utilizado comúnmente en Argentina y Uruguay para referirse a aquel empleado que cobra una remuneración sin asistir al lugar de trabajo ni cumplir ninguna tarea. Al igual que la tradición de comer ñoquis los días 29 de cada mes, el ñoqui aparece por esas fechas para levantar su pago.

A continuación, brindaremos una definición más detallada de este personaje, basada en observaciones y experiencias contrastadas:

Definición: espécimen típico de algunas empresas públicas (y en casos asombrosos, de alguna privada), el ñoqui se caracteriza por no hacer nada y subsistir del esfuerzo de los demás. A veces protegido por el sindicato o por algún compañero amigo, su existencia es como la de una sanguijuela que se alimenta y crece de la sangre ajena. La mayor característica del ñoqui es no saberse ñoqui, cualidad que potencia hablando de la falta de interés de trabajar de la gente, como si tuviera propiedad para hacerlo.

El ñoqui cumple con tareas mínimas que no le requieran un esfuerzo mental muy grande, que incluyen el quejarse de lo que tiene que hacer y oficiar de intermediario del lleva y trae de la oficina. Si hay alguna disputa o diferencia interna, el ñoqui se regocijará en su suerte y su alma de panelista de programa de chimentos brotará como una flor marchita en primavera. Luego, pasará el resto de las horas mirando el piso, el techo o quizá el celular, porque al ñoqui no le da la capacidad ni para perder el tiempo en algo productivo. En días que los jefes no están, también suele aprovechar la falta de vigilancia para ratearse de su jornada laboral, cual adolescente del liceo.

La peculiaridad de esta especie, más allá de su propia ineficiencia, es el talento que tienen sus ejemplares para sobrevivir en la adversidad. Como un niño en medio de una guerra, el ñoqui sabe cómo esquivar las quejas, las órdenes y los golpes de superiores, compañeros y proveedores. Se mantiene firme como un estandarte que no sirve más que para adorno y que le da la justificación absurda de ser merecedor de un sueldo (que suele ser alto, en comparación al resto de los que sí trabajan).

Me atrevo a especular que el ñoqui genera cierta empatía y lástima en sus superiores y es por eso que no le exigen ni lo despiden, en detrimento de dejar desconforme al resto del personal que ve a su no-compañero como una lacra ventajera y abusiva que además tiene el tupé de hacer chistes sobre su inutilidad en las fiestas de la empresa y en los asados de camaradería. El ñoqui encarna la “viveza criolla” naturalizada, la mediocridad festejada y la sin vergüenza puesta como valor social. Un combo impresionante digno de ser analizado por cualquier especialista en recursos humanos. Un caso irracional de la estructura empresarial que se repite más allá del rubro, ámbito y ciudad.

El humor puede ser sano para descargar esa ira contenida hacia el ñoqui y se recomienda la burla sutil para apaliar las ganas de golpearlo en caso de extremo estrés. El egoísmo y la falta de empatía son dos de los ingredientes que completan la caracterización de este personaje tan particular. Convivir en la oficina con un ñoqui es una experiencia recomendable para aquellos trabajadores que busquen desarrollar su paciencia, su tolerancia y su asombro.

Algunos incluso llegan a desaparecer de sus puestos de trabajo sin dejar de percibir su sueldo y pasan a convertirse en leyendas. Nadie cree que un empleado invisible siga atado a los hilos de su silla y de un escritorio entero, vacío, despejado, que espera su regreso. Sin embargo, hay casos en los que los empleados rotan, las empresas se dilatan y encogen como un pulmón gigante, los jefes se hacen viejos (cada vez más acaudalados y un poco menos humanos), la basura se descompone y el ñoqui sigue viviendo del aire, sin pena ni gloria, con su sueldo ganado a fuerza de persistencia. Porque esa es una cualidad que no se le puede negar al ñoqui, la persistencia de no hacer nada, de no darse por vencido en su empecinamiento de hacerse pasar por un trabajador.

Me temo que esta especie no está en extinción, sino que es cada vez más prolífera, porque el ñoqui tiene un valor intrínseco: el de la permanencia. Para los empresarios, cansados de la rotación de pretenciosos empleados que buscan un equilibrio entre vida laboral y personal —y que por eso renuncian con facilidad—, el ñoqui es como un soldado fiel a la bandera, que no daría su vida por la patria, pero que se mantiene en pie por el sueldito que recibe a cambio, sin necesidad de pelear. No luchará las batallas, pero será el que cuente las bajas. Y para la empresa, a la larga, la fidelidad y la sobrevivencia trascenderán más que el sacrificio diario.

Tu puntuación:

URL de esta publicación:

OPINIONES Y COMENTARIOS