Un surco en el camino se ha formado desde aquel año en que comenzó su trayecto laboral, sus pasos han quedado grabados en la tierra fundidos con su sudor y las lagrimas que también ha vertido.
Ahora encorvado por el peso de las responsabilidades asumidas durante años se encuentra encadenado a su escritorio. A ratos levanta sus ojos cansados por encima de sus gafas para la presbicia, presto a atender las nuevas peticiones de sus jefes.
Las montañas de papeles crecen a su alrededor como surgidas del suelo tras una erupción, intenta escalarlas pero nunca llega a su cima, ascender al Everest debe de ser una tarea más sencilla.
A sus oídos llegan risas y conversaciones que para él son ajenas, nuevas generaciones ocupan los puestos abandonados por antiguos compañeros de una época ya olvidada, de una época arcaica. Se siente como un fósil depositado en una vitrina polvorienta de museo al que nadie le presta ya atención.
Una generación obsoleta donde trabajar duro era un merito.
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