Aún no entiendo como sucedió pero, de una cosa si estoy segura, aquel momento me hizo sentir como la mujer más feliz de este mundo. Nunca llegué a pensar que una persona que no está muy segura de sí misma, alguien tímido por naturaleza fuese capaz de hacerme temblar con solo mirarle.
Hacía tiempo que tenía una corazonada, curioso pero, tal cosa, me invadió a través de un sueño.
Un sueño dulce que no me permitió descubrir su identidad, un sueño que dejó en mí la sensación de conocerle algún día, un sueño que no me abandonaba, un sueño que deseaba se hiciese realidad. Eddie era una de las pocas personas que encontré en el mundo con la capacidad de hacerme sentir bien conmigo misma, de hacerme pensar que tengo cosas buenas en mi interior, de lograr que venciera mis miedos ante el mundo, de valorarme más que ninguna otra persona, de quererme tal y como soy.
Un verdadero amigo de los que, por desgracia, quedan pocos. El me conoció siendo niña y estando a mi lado me hizo sentir mujer. Estando con él puedo ser yo misma, comportarme como realmente soy sin tener que fingir ser otra persona. Y me siento a gusto estando a su lado, disfrutando de su compañía.
El se preocupa por mí, me ayuda a entender mejor las cosas. Ocurrió una tarde de Septiembre, ya de noche; yo estaba haciendo horas en la oficina cuando llegó Eddie, tan amable y sonriente como todos los días me dirigió una pequeña sonrisa y se dirigió a su mesa de trabajo. Había mucho papeleo esa tarde y un montón de copias por hacer, apenas si tuvimos tiempo de descansar; la montaña de papeles que había en mi mesa iba creciendo a medida que avanzaba la jornada. A Eddie le faltaban manos para realizar su tarea, no solo tenía que hacer copias sino contestar el teléfono, tomar datos, estar al tanto del fax… estábamos los dos tan metidos en nuestro trabajo que ni siquiera nos dimos cuenta de que los demás compañeros habían desaparecido.
Alguna vez, al levantar la vista de mi mesa me daba cuenta de que llevaba un rato observándome. A media noche, muerta de cansancio me levanté para prepararme un café y así despejarme un poco; al tiempo que iba a coger la jarra de café, Eddie pasó por ahí y se paró justo enfrente de mí -como quien no quiere la cosa-.
– Mucho trabajo, ¿verdad?
– Si.
Nos quedamos mirando como dos tontos sin decir una sola palabra, él se acercaba lentamente hacia mí y yo, no sabía como reaccionar, sabía lo que iba a ocurrir pero no era capaz de moverme. Sin saber como, me encontré en sus brazos, bajé la cabeza para no tener que mirarle directamente a los ojos pero él la levantó acariciando mí barbilla con el índice, mientras la sujetaba me besó en los labios; fue un beso corto pero intenso.
Desde ese maravilloso e inolvidable día somos inseparables. Eddie me enseñó un montón de cosas nuevas, existentes en el mundo y que yo no sabía que estaban ahí, esperando a que alguien las descubriese. Es una gran persona, alguien en quien puedo confiar, el mejor amigo que nadie pueda tener.
OPINIONES Y COMENTARIOS