Ella hace lo que puede

Ella hace lo que puede

Meli R. Díaz

04/05/2019

La miré de nuevo, tan cansada, aferrándose a duras penas a la perilla de la puerta, como si se tratase de su única esperanza. La vi tirarse como un pesado tronco sobre el sofá, su cara asoleada y sus piernas hinchadas, todo en ella me gritaba “quiero un descanso” pero ni ella misma podía permitirse aquel lujo.

La miré por última vez aquella vez y por primera vez, me atreví a hacer lo más osado de mi vida. Dejé mis miedos y metas en nuestra pequeña casa de paja y, como si fuera un adulto, me atreví a intentarlo sin temor. Lo intente por ella, porque sus hombros ya no podían cargar más peso del que llevaba encima, lo hice por que sus manos ya no podían sostener con suavidad las mías, estaban tan rasposas que su puro contacto dolía, tanto como para avergonzarme, no de ella, porque ella con esfuerzo y valor, cada mañana se despertaba puntual a las 4 am y como si fuera nada, volvía a las 9 pm a tomar una pequeña siesta después de una larga y cansada jornada.

Ella siempre con su difícil rutina; haciendo trabajos de todo tipo, lavando, planchando, aseando, cargando, atendiendo, rodando, caminando, haciendo de todo por nosotras con un solo objetivo, uno que me caía como piedra en el pecho. Yo, tan aturdida por la culpa, me aferré a destruirle sus ilusiones y en contradicción suya, me atreví a dejar la escuela. Si ella se podía considerar lo suficientemente capaz de cuidar a sus dos hijas sola, si ella se creía lo suficientemente fuerte como para negar su propia vida por mí, yo también podía creerme y ser lo suficientemente malcriada como para aligerarle la carga.

Dejé el bachillerato ya hace algunos meses y aunque no tengo la mayoría de edad, soy lo suficientemente capaz como para hacer cualquier cosa “no dé en vano soy su hija”. Ya van dos meses que comencé a trabajar de criada en una casita adinerada, aunque la paga no es mucha, puedo sentir que con mis manos hago algo por mi vieja. Yo vivo aquí, aquí mismo como y duermo, aquí mismo me visten y calzan, no necesito de mucho para vivir y, el poco dinero que recibo, estoy segura que a mi viejecita le servirá de alivio. Si hubiera sabido antes que 700 pesos eran tanto para mamá, si hubiera sabido que mi esfuerzo aquí afuera era tan útil para ella, ni siquiera me hubiera aferrado tanto a la escuela. Yo aquí duermo y como diario, allá mi mamá, por primera vez en toda nuestra vida, puede también dormir pacíficamente 8 horas al día.

(La imagen no es de mi propiedad, fue recuperada del siguiente sitio electrónico sin fin de lucro: https://www.google.com.mx/search?q=madres+solteras+en+mexico&source=lnms&tbm=isch&sa=X&ved=0ahUKEwjPyubBw4HiAhUCQq0KHeR8DOMQ_AUIDigB&biw=1302&bih=691#imgrc=mQqrMxQGnv-5wM:)

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