Luis es un hombre ocupado. El tiempo es para él lo más sagrado, por lo que procura no echar a perder ni un solo segundo de su vida.

Levi Hutchins lo despierta diariamente a las 6:45 y Luis sabe que a partir de ese momento le quedan tres minutos y medio para vestirse y arreglarse en el cuarto de baño; cinco minutos para preparar su desayuno, otros cinco para desayunar y calcula siempre entre uno y dos minutos para salir del departamento, cerrar con llave y bajar del edificio. Esto va a depender de quien haya utilizado el ascensor por última vez. Si fue María, la nueva muchacha del piso doce, el ascensor tarda aproximadamente dieciséis segundos en llegar, en cambio, si fue el anciano del primer piso, tarda no más de cuatro segundos. De esta manera, un día ordinario, Luis coloca su pie derecho (siempre es primero el derecho) en la acera antes de que den las 7:01.

Pero hoy no es un día ordinario en la vida de Luis. Hoy, por primera vez desde que empezó a trabajar en Blirghamm Legal, un prestigioso estudio jurídico, entro a su oficina a las 8:07 en vez de a las 8:05.

Nadie pareció notar el problema. Todos saludaban a Luis como lo hacían diariamente, sin saber que en su interior, comenzaba a desatarse una confusión alarmante.

Se sentó en su oficina, cerró la puerta detrás de sí con suavidad, para que nadie notara la desesperación que lo invadía, y comenzó a repasar paso por paso su día, intentando explicar el porqué de su demora. Son tres las avenidas que debe que cruzar hasta llegar al estudio, y Luis calcula, en exceso, el tiempo que puede llegar a demorar entre los semáforos y el tráfico. Tiene calculado exactamente cuánto le lleva llegar hasta su coche, y cuánto tarda en encenderlo. Tiene reservado en la cochera el lugar más próximo a la salida, para eliminar los dos minutos que demoraba antes, cuando estacionaba en el fondo. No encuentra motivo para su tardanza. Es absolutamente inexplicable. Comienza a sudar. Acaba de descubrir, que mientras se detenía a repasar su día, perdió dos minutos y medio de su mañana, los que debería haber utilizado para encender su ordenador y comenzar a revisar los archivos pendientes.

Son las 8:15 y por más de que sigue intentando volver a la rutina diaria, lo atormenta saber que algo ha alterado su mañana de manera drástica. Se encuentra absolutamente bloqueado y confundido.

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Lo que Luis no sabe, es que tres oficinas más adelante hacia el ala derecha, en el cuarto de seguridad que permite acceder a todas las cámaras de la firma, hay un grupo de compañeros que explotan a carcajadas al descubrir cómo puede alterar la vida de un hombre tener su reloj de oficina dos minutos atrasados.

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