Chocolates para Don Pepe

Chocolates para Don Pepe

Mayorka

18/04/2019

Cuando trabajaba de analista, tenía un jefe gruñón llamado Don Pepe. Nadie se le acercaba tan siquiera a preguntarle algo porque parecía bomba atómica, le era difícil entender y no cualquiera tenía la razón, por lo menos en su minúsculo mundo. En mi primer día de trabajo, fui hasta su oficina para aclarar algunas dudas y todos me miraron como si caminase directo al acantilado, no comprendía las miradas de terror hasta que lo escuché por primera vez. Mientras gritaba, salpicaron efectos acuáticos increíbles, vi gestualidades exageradas y malabares que superan a cualquier experto circense, de modo que todos entendieron el peligro de aproximarse. Por fortuna, tenía tres chocolates en el bolsillo y se me ocurrió regalárselos. Mientras degustaba el primero, el volumen de su voz bajo lentamente, con el segundo bocado ya no hablaba tanto y cuando iba por el tercero, dijo: “El informe está bien hecho, déjalo así”. A la semana de ese acontecimiento, la chica del café cambió el menú por chocolate caliente, su secretaria dejaba barras de chocolate en el escritorio, la recepcionista se buscó un spray con aroma a chococacao y por si fuera poco, cuando se le veía de mal genio, mis compañeros de trabajo decían: “No te preocupes, solo llévale chocolates a Don Pepe”.

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