Después de la muerte de su padre, y a casi un año de aquello, se fueron a vivir con su padrastro, Victor, quien en sociedad con su madre, Rosa, adquirieron un negocio compuesto de almacén y bodega de licores, en un barrio muy bravo. A sus nueve años la vida de Violeta y sus hermanos cambió por completo. Al principio le pareció emocionante, pero luego ella y su hermana María de ocho años debieron asumir que eran trabajadoras en el negocio y también en el hogar.

Les agradaba atender a los clientes, quienes al principio las veían con curiosidad; pronto Violeta vio que su asistencia a la escuela fue mermando debido al intenso trabajo, lo cual le provocó dolor y callada rebeldía. A María que no le agradaba el estudio no le afectó, sin embargo al correr los días vieron que tampoco podían salir a jugar ni tener amistades por el mal nombre que tenía el barrio. Además de la falta de tiempo. Cuando lograba escapar con algún periódico y esconderse a leer, pronto escuchaba a Victor su padrastro: ___Violeta ¿dónde estás?, el negocio lleno, y nadie ayuda!. ¡El trabajo no la esperaba! Con sus nueve años era la mayor después de su hermano Pedro de quince años , el cual luego de grandes peleas con Victor, fue expulsado del hogar.

Ella nunca olvidó el dolor de ver a Pedro rondando cerca del negocio, o sentado en los peldaños adyacentes al almacén, siempre con hambre. Entonces su madre salía con algunos alimentos y algo de dinero. Cuando él desaparecía la pena de Violeta afloraba a sus ojos, recordaba los juegos que Pedro inventaba en la casa paterna, las guerras con barcos de papel que él les enseñaba a confeccionar, o el gallinero que hacía las veces de locomoción, él era el conductor y ellas las pasajeras. Entretanto las gallinas cacareaban y sus pollos corrían asustados. Era el mismo cielo para ellos.

En la memoria de ambos hermanos mayores, roía el recuerdo del padre, estando él con vida, nunca recibieron un castigo. Pedro asistía a uno de los mejores colegios, y Violeta según papá sería una gran profesional, por lo mucho que le gustaba estudiar.

Ella y su hermana María amaban a sus hermanos. Muy luego estuvieron atendiéndolos cual pequeñas madrecitas. Tanto ella como María, recibieron con regocijo a dos hermanos recién nacidos, aprendieron a acunarlos igual que a los demás, a cocinar y atender el negocio, turnándose entre ellas.

Victor era separado de su esposa, sus tres hijos, mas menos de la misma edad de Violeta y sus hermanos, por lo tanto, del trabajo del negocio había que separar las mesadas de sustento para su esposa y sus hijos. Los que con periodicidad llegaban a ver a su padre.

Su madre Rosa, era muy trabajadora y amaba a sus hijos, pero no sabía acariciarlos ni decirles palabras dulces, y en el castigo era una mano dolorosamente dura; cierto día, en una de las tantas salidas de Rosa y Victor, y a una hora en que el almacén quedó cerrado, Violeta y María querían probar unos caramelos recién llegados. Empujando una y otra vez la puerta que separaba el negocio de la casa, lograron que ésta se abriera, llenaron sus manos con esas delicias que les estaban prohibidas Muchas, para compartir con sus hermanos.

Fue cuando sintieron abrirse la puerta de calle, espantadas corrieron con las manos llenas, sin poder detenerse a recoger lo que caía por el camino. Por desgracia no pudieron cerrar la puerta que antes abrieron.

Las dos en ropa interior, una en una cama, la otra en la cama contigua, recibieron el castigo proporcionado con un laque, llamado también «tonto de goma» ( rollo de alambres cubierto con goma ) El dolor era insoportable, ambas lloraban, mientras sus pequeños hermanos también lo hacían. Uno de esos días llegó de visita la tía Carmen, alarmada preguntó: ___¿qué ha pasado con estas niñitas, por Dios?, la madre apartó la húmeda mirada.

Al ir creciendo Violeta veía con desesperación, que cada vez más se alejaban sus sueños de estudiar. Muy temprano en la mañana la despertaba la voz de Victor: ___¡Violetaaa, hay que abrir el negocio, nos vamos al mercado a comprar, no olvides barrer la calle, si algún cliente está muy tiritón y no puede sostener su caña de vino, ayúdale, ¡ah!, y que María atienda a los niños.

Fue terrible cuando estando ambas atendiendo el Almacén, y los padres ausentes, uno de sus hermanos más pequeños tomó una botella y bebió de su líquido, luego cayó retorciéndose, ¡era cloro! Entre ambas lo tomaron y lo pusieron sobre el mesón, una señora que por fortuna se encontraba comprando, les hizo abrir tarros de leche condensada. Mientras ellas abrían los tarros, la señora vaciaba la leche en la boca del niño, así fue como el chico comenzó a vomitar.

No podían tener amistades, solo atender a los clientes con muy buena disposición, pero nunca ser amigas, ni siquiera con los más jóvenes. Bueno en realidad era un barrio que tenía muy mal nombre, a pesar de eso eran muy respetadas por la gran cantidad de clientela habitual. Así pasaron algunos años. Algunos jóvenes tuvieron la osadía de acercarse a ellas, siendo estos violentamente rechazados por su madre y Victor, el que no se cansaba de repetir: ___«aquí no hay carne para perros».

Los mayores las miraban con lástima, y no faltaba quien dijera: ___»Por Dios tanto que trabajan estas niñas»____ esa admiración provocaba la envidia de las niñas del barrio, las cuales en su mayoría gozaban de gran libertad, debido al estilo de vida de gran parte de los padres; esa envidia dolía y bajaba la autoestima de ambas.

Rosa y Victor les habían advertido en repetidas oportunidades: ___ «Este, es un trabajo, no un club social».

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