Hoy será un día especial.

Hoy será un día especial.

Isaak Van Buren

17/03/2019

Que tan difícil puede ser comenzar una historia. Algunas casi no necesitan introducción, otras sin embargo necesitan de ese impulso inicial para dejar que todo vuele, y hay las que por el contrario son más complejas, quizás los detalles sean más oscuros o las circunstancias más difíciles de digerir, bueno esta es mi historia y aunque les resulte extraño, por favor no me juzguen hasta el final, quizá ustedes y yo no seamos tan diferentes.

Cada mañana me alisto para salir a trabajar, un trabajo normal, sin tantas pomposidades, uno que me permite tener una vida junto a mi familia, claro solo si aceptamos que sobrevivir es una forma de llamarle a esto vida, y es que con hijos y una esposa no tienes muchas opciones para regodearte en lo que a trabajo se refiere; en fin la paga es buena, el resto: horrible. Llevo bastantes años destacando aquí, aceptando lo que lo demás no quieren hacer, comprometiéndome en lo que nadie quiere comprometerse, sacrificando: familia, tiempo y vida. Y es que hay una vacante para ascender y mejorar un poco mi calidad de vida, y haría lo que me pidieran por conseguirla.

Y adivinen, hoy es el día, el magnífico día donde redimiré todas mis culpas, las que me acaecían cada vez que me perdía bailes escolares, las veces que no logre llegar a tiempo a nuestra cena de aniversario, cuando eso pasaba mi esposa me odiaba, y aunque yo sé que entendía la situación, por dentro la carcomía la misma rabia interna que a mí me venía devorando hace años.

Hoy, es un día especial, sagradamente cada mañana me aviento en el interior un café bien cargado, no alcanzo a comer por lo general nada más, siempre acostándome tarde y levantándome temprano, aprovecho cada segundo de sueño que se presente ante mí, aunque eso me signifique no desayunar nada más por las mañanas que un café bien cargado; pero hoy no, hoy es diferente, hoy desayunare con mi esposa y con mis hijos, hoy si puedo tomarme ciertas libertades, hoy será un día especial, un día en que todo al fin cambiara.

Cada vez que llego a la oficina la primera persona en recibirme es Alex, el protector de la oficina, porta su arma con gallardía, aunque con su edad y un sobre peso evidente, difícilmente podría hacer algo en caso de que fuese necesario, de todas formas si lo han asignado acá, es porque este lugar es por lejos el más pacifico de mundo. Alex es especial, es de esas personas que ya no existen, cada mañana te saluda con una enorme sonrisa en la cara, un apretón de manos sincero y un: ¿cómo estas?, claro que no uno falso, solo por preguntar, este es sincero, te escucha y mira a los ojos, aunque sobre su espalda cargue sus propios y pesados problemas siempre hay dulzura en sus consejos, que por cierto siempre son asertivos, esta mañana me expreso su pesar por no haber recibido el puesto; creo que no les había contado: no me dieron el puesto, si bueno, cosas que pasan, mi jefe tenia un sobrino y este estaba mejor preparado que yo, por su experiencia y bla bla bla. Bueno Alex -todo pasa por algo-, le respondí, y él me replico -todo a su tiempo-.

En cuanto llegue fui a la oficina de mi jefe, ese lugar es mágico, siempre impecable, de paredes blanco nácar y con unos hermoso cuadros, entre ellos una réplica de un René Magritte que siempre me cautiva de sobremanera, podía pasar horas observándolo, quizá hasta el día entero, pero siempre mi placentera visión se interrumpía por las estúpidas instrucciones que recibía para organizar al resto del personal, instrucciones que siempre desoía porque eran pésimas, las modifica a las necesidades del día, gracias a eso él ostentaba un impecable cuadro de cristal, grabado en letras doradas que rezaba: “Mejor desempeño país en manejo de personal”, obviamente ese reconocimiento debería haber llevado mi nombre, pero no, yo hacia el trabajo sucio y a él lo reconocían.

Empezaba a sermonearme por haber llegado tarde, no le intereso mi explicación de que por única vez en el mes deseaba desayunar con mi familia. Entonces, el sonido más hermoso que he oído en mi vida, conjuguémoslo con la magnánima vista que ofrecía el René Magritte, era una escena exquisita sacada de un film de Tarantino: su voz se entrecortaba y hacia fútiles esfuerzos por respirar, su sangre que con cada inhalación corría hacia sus pulmones, también bajaba grácilmente por mi mano, con una tibieza excepcional, dibuja un hermoso camino por mi muñeca hasta perderse bajo la manga de mi camisa; me había arrodillado ante él, pero no para reconocerlo ni honrarlo, si no para disfrutar la mejor vista posible de su rostro mientras la vida huía de él, hizo algunos esfuerzos inútiles por pararse e incorporarse pero, en un par de minutos solo había un cuerpo inerte en un elegante asiento de cuero beige con el piso encharcado en sangre, lentamente retire mi cuchillo de su garganta y una sensación casi orgásmica de placer se inició en mis dedos, como una mecha rebosante de pólvora que exploto en mi pecho como un fuego de artificio. En su frigobar había agua embotellada con la que me lave las manos y limpie su sangre de mi lo mejor que pude, me retire de la oficina y cerré la puerta con seguro, claro que llevándome las llaves conmigo. Eufórica pero controladamente me fui.

Alex se extrañó, pregunto si había renunciado, algo así le expliqué y en mi labio se dibujó una sonrisa. -Todo pasa por algo-, me replico; -todo a su tiempo-, le respondí.

Claro que no lo hice, pero lo pensé, lo planeé, durante casi toda esta noche, quizás algún día. Tengo sueño, creo que no dormí más de una hora. Se me hace tarde y aún no he desayunado, aunque hoy lo haré con mi familia, me tomare ciertas libertades, hoy será un día especial.

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