Leí que un tren oculta a otro tren, pero no decía nada sobre un tercero, un cuarto… Quizá lo malinterpreté. Lo cierto es que, en mi caso, fueron largos de cojones; 12 años estuvieron los muy cabrones pasando y pasando.
–Buenos días Sra. Duarte, ¿Qué tal está hoy? –Es la del 1º A, enviudó hace justo 12 años. Todavía suspira por su amado. No, no me refiero a su marido; se trata de su cuñado y claro… Pero, mírala, escondiendo sus sentimientos bajo esa facha. ¿Si supiera lo que disfruto al escucharla llorar tras su puerta?
–Hora Marcelino, ¿cómo va la tarea?–¡Qué falta de condescendencia! ¿Es que no me ve con la escoba en la mano? ¿No es bastante denigrante tener que limpiar lo que ella guarrea? ¿Ni por un momento puede pensar que tengo una vida lejos de este portal? ¡No, claro que no! Eso la rebajaría.
–Pues ya ve, dando los últimos toques a la escalera. Debo darme prisa, a segunda hora vendrán los del gas. Por lo demás, está todo listo. Gracias por interesarse. Por cierto, debería llevar un paraguas.–Es que soy tonto del culo; encima preocupándome por ella. Ojalá le caiga una tromba de agua.
–No se preocupe, viene a recogerme el chófer de mi hijo.–¡Ala! Otra vez restregándome su estatus… Lo tengo merecido.
–Que disfrute del día.– Nada, ni un gracias, contoneándose como si fuera la Reina de Saba; si parece un ave zancuda… Paciencia Marcelino, paciencia.
Por donde iba… Ah, ya. Mis dos primeras mujeres me mantuvieron ocupado con idéntica cadencia: 12 años. ¿Será lo que dura el amor? ¡Qué va! El amor convivió con nosotros mucho menos tiempo. Es difícil de convenir cuando uno deja de estar enamorado y empieza a subsistir con rutinas, las que, tras engullir tu corazón, te transforman en un autómata; hasta que uno tiene la valentía de admitirlo. Luego vienen las malogradas rupturas, cuando las certezas se ocultan tras las dudas que se expresan, cuando las lágrimas de cocodrilo afloran junto con lo peor de cada uno.
Entonces, ¿por qué hay matrimonios que cumplen con el… “hasta que la muerte nos separe”? ¿Será que han tenido la fortuna de encontrar a su alma gemela? No creo…
–Buenos días Marcelino. ¿Qué tal su madre? –La Sra. Martínez sí que es una señora. Si no fuera por su marido, ese carcamán… Y qué hijos más educados; bueno, salvo Luisito; el muy cabroncete le encanta dejarme los mocos pegados por todos lados.
–Buenos días Señora. Mi madre, ahí anda. Con sus achaques. La edad no perdona.–Sonrío agradecido, pero mi sonrisa oculta otra sonrisa. Sí, ¡qué pasa! Intento conquistarla. Según mis cálculos pronto cumplirá los 12 años de casada y debo allanar el terreno. De hecho, ¿qué hago yo vestido como un dandi, perfumado y con el bigote perfilado dándole a la mopa? Pues eso, con mi ritual de pavo real; pero, careciendo de plumaje, utilizo mi jerga lisonjera– Va usted muy elegante. Bueno, siempre lo va, pero hoy especialmente.– Me ha sonreído, ¿será una señal?–. Permíteme que le ayude.–Y le cojo la mano como si cogiera un pañuelo de seda, y la acompaño hasta la salida flotando.
–Usted siempre tan adulador. Me va a sacar los colores.–¿A quién pretende engañar con su disfraz de modosita? Sé bien que esconde a una leona encerrada, desconocedora de que yo, como buen portero, tengo todas las llaves, incluyendo la de su jaula–. Bueno, que le vaya bien, tengo un poco de prisa.– ¿Prisa y con ese vestido? ¡Maldita sea! ¡Cómo puedo ser tan estúpido! Esto me pasa por escrupuloso. Ya habrá conocido a alguien y estará sopesando si merece la pena poner su vida patas arriba… Tranquilidad, Marcelino; no saquemos las cosas de quicio. Solo debemos esperar nuestra oportunidad y… ‘zás’.
–Que pase un bien día usted también–. Espero que no se gire, descubriría mi rabia contenida… Uf, menos mal; solo está pendiente de su paraguas. La perdono.
De todos modos tengo el plan B: Sonia, la del 4ª C… Tiene 12 años menos que yo.– Sí, 12, ¿qué le vamos a hacer?–. Ya he empezado a ponerme en forma; pronto la acompañaré a hacer eso del ‘running’.
Ahí llega. Guardaré la maldita escoba y revisaré el correo para disimular mi ansiedad. Pero, ¿cómo? Con esos ‘leggins’ ajustados y tanta curva me voy a marear. Menos mal que es enfermera y me haría el boca a boca con esos labios carnosos. Digo yo que tendrá práctica; y no hablo de salvar vidas, hablo de resucitar a los muertos. Y qué decir de sus artes amatorias –por llamarlo finamente–. Muchas tardes subo los cuatro pisos a pie, descalzo –los escalones de madera son un verdadero fastidio–, para escuchar sus aullidos de placer cuando se masturba. Cree que por poner la radio a todo volumen puede ocultarlo… Al oír la música, me pongo en posición y… para arriba. Se me endurecen los músculos, sí, todos, con tanto subir y bajar. Todo sea por el deporte.
–Hola Marcelino. ¿Qué tal? ¿Alguna carta para mí?– Ah, claro, si estoy revisando el correo, normal que lo pregunte–. Te noto algo distraído.
–Hola Lucía –alcanzo a balbucear–. Espera un momento…– Y las cartas se caen de mis manos como hojas de margarita.– Esta no, esta tampoco… Pues no.– Cojo aire para recuperar la compostura, sin levantar la vista; si la mirara a los ojos tartamudearía como siempre.– ¿Espera correspondencia? Si llega algo te la subo en un ‘pis-pás’.
–No, tranquilo.– Y se dirige al ascensor–. Quiero darme una ducha, vengo empapada.
–Si ya viene duchada.– Bromeé, pero no me escucha. Por cierto, ¿dónde leí lo de darse un baño después de caminar bajo la lluvia…? ¿O era al contrario?
–Hasta luego–.Y cierra el ascensor… No estaré aquí cuando vaya a trabajar, hace el turno de noche. Seguro que no dormiré pensando a quién le pondrá una lavativa o abrirá una vía.
¡De mañana no pasa! A primera hora compraré dos billetes. Ya toca emprender un nuevo viaje de 12 años.
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