—¡Ey! Yo a ti te conozco, pero tú a mi no.

—No, yo a ti no. ¿Pasa algo?

—Tú eres funcionario, ¿verdad?

—Sí

—Mantenimiento de playas

—Correcto

—Y hace un tiempo, a la vuelta de tus vacaciones, durante las que tuviste un accidente leve, encontraste unos restos humanos entre la arena que las autoridades dedujeron podrían corresponder un hombre desaparecido por esas fechas.

—Así es

—Acusaron de homicidio al que alquila los catamaranes porque encontraron sangre con el mismo ADN en uno de los cabezales de timón.

—Veo que leíste la noticia.

—Pero el chico dijo que no sabía nada.

—Sí, me parece que eso fue lo que dijo.

—Cumplió media condena y lo soltaron por buena conducta.

—Puede ser.

—Un año antes de que hallaras aquellos trozos de carne humana tuviste un pleito, ¿cierto?

—Puede, ya no recuerdo.

—Alguien te acusó de haberte visto rociar veneno en pescado fresco y luego dejarlos en la orilla para envenenar a los perros, aunque también lo comieron las gaviotas.

—Eso era falso. ¿Qué quieres? ¿Quién eres?

—Soy el cirujano que cosió tu pie cuando dijiste haber perdido dos dedos a causa de aquel accidente. Esas cosas ocurren más a menudo de lo que uno cree.

—Estupendo, doctor, pues muchas gracias… Pe… pero…, ¿qué va a hacer con esa navaja?

—Es sólo una gota… nadie cotejó tu sangre con la de los dedos que dijiste haber encontrado en la playa, ni con la del catamarán de mi hijo…y que conste…. que no lo hago por su pobre perro.

FIN

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