Me pregunto cómo pudo él perder la cabeza en una tarde de primavera. Dicen que fue en la quinta esquina, una mesa de juego «siempre el juego». Tal vez lo hizo para intentar llamar la atención, desaparecer del mundo por unas horas, puede que fuese también por estrés laboral, explotado hasta su máximo rendimiento. Las razones no están bien identificadas, se habla también de un complejo de Saturnino. Pese a quien le pese nuestro protagonista taciturno decidió emprender un viaje con San Pedro, sí, el ascensorista, capaz de llevarte al cielo o al infierno, fue a él a quién le dio la llave de su vida. La única pena que llevaría a su tumba es no haber conocido a su padre…Ya muerto, seguro que sería un peón más en el tablero de juego, aunque mi sexto sentido me dice que su muerte no ha sido en vano. Le dijo hasta siempre a su soledad y ella, ella quedó arrinconada en aquella plaza de piedra. Veinte años en aquella prisión laboral, separado de su realidad… Pese a ello siempre habrá quien diga que perdió la cabeza.
Pintura de Paul W.Ruiz “La Corbata”
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