“La gacela enseña a su hijo a huir de las garras, no el porqué de haber nacido presa”
Ha emergido otra influencia más, aceptada en la sociedad como necesaria.
«¿Trabajas?» La gran apoteósica pregunta. La cuestión que al parecer nos define a todos.
Es agotador escuchar una y otra y otra vez que hay que trabajar para poder vivir, para levantar el país y -no os lo perdáis- para ser alguien en la vida.
Desde que llegamos a este mundo ya comenzamos a ser alguien. No hace falta poner unas cervezas para demostrar que somos importantes, ni armar una estructura mediante hormigón armado para convencernos de que somos útiles. Y tampoco es relevante buscar una explicación al origen del universo para comprender el mecanismo que lo mueve. La vida ha emergido tras eventos casuales que nos han llevado a ser lo que somos. Un trabajo no ayuda a ser mejores, es más, nos presionan tanto para adquirir un bien económico y así poder disfrutar de nuestra vida, que ignoramos que muchos empleos damnifican y alteran el medio en el que vivimos. Pero nos han manipulado de tal forma que ahora creemos que introducirnos en el mundo laboral es tener la mayor suerte que uno pueda desear, cuando en realidad no es más que un medio para alcanzar un fin por tener que pertenecer a una sociedad cuyo sistema nos corrompe a todos.
Desde pequeños nos deberían de haber enseñado a cómo sobrevivir, defendernos y alimentarnos, no cargarnos día tras día con horarios lectivos aprendiendo cosas las cuales no influirán en nosotros.
No nos sirve de nada conocer las partes de una planta si no sabemos distinguir las que son venenosas de las que pueden ser medicinales. Ni saber lo que es un hongo si no nos enseñan cuales son comestibles, psicoactivos, alucinógenos o hasta mortales. Ni siquiera tiene sentido comprender los cinco reinos si no nos muestran cómo enfrentarnos a ellos sin salir heridos en el caso de que algún día nos encontremos con alguno.
Estamos invirtiendo nuestro tiempo en algo que a priori pensamos que es bueno, mas llegará un día en el que echaremos un vistazo a nuestro propio pasado y nos acabemos dando cuenta de que fuimos esclavos del mayor invento de todos para supuestamente vivir y ser felices; el dinero. Y en nuestro lecho de muerte nos arrepentiremos al descubrir que no disfrutamos de la vida como cualquier otro ser vivo porque la vivimos como nos han hecho creer que era lo mejor para nosotros, y que en realidad lo que hicimos fue beneficiar a los que están en el podio.
“Qué extraño, fabricamos la playa y nos conformamos con un grano de arena”
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