Corría mediados de noviembre del año 2000.

Su contrato de trabajo vence en enero de cada año, el rumor del personal que será despedido es más sólido -que- el pago a su mano de obra.

La bodega a pesar de ser inmensa, se hace pequeña cada día con los funestos despidos.

¿Quién será el siguiente?

La zozobra carcomía los pensamientos, las manos ágiles multiplicaban la labor tratando de dilucidar a los benefactores.

¡Cuán eficientes soportes contrataron!

Dos o tres despidos por semana, crispó los nervios y los sentidos.

-En la calle-

Hellya abstraída tropezó con un andén deformado, causando el dolor más intenso jamás experimentado en su ser. La falange del dedo gordo sonó crudamente, sus ojos nublados por la reacción en cadena culminó en llanto incontrolable, apaciguado en la quietud del frío suelo y el paso del tiempo en ese crucial momento.

En el trabajo no comento a nadie lo ocurrido.

¡Pronto sanaría! -pensó-

-Nada de médicos- solo remedios caseros.

Los días pasaron, los moretones y la inflamación crecían.

Los jefes exigían soportes de producción y entrega, martillando en su cerebro las vacantes venideras.

Pastillas, cremas y ungüentos no bastaron, a urgencias y observancia tuvo que someterse.

¡Dios, el empleo ya cojeaba!

¡Como era de esperarse! -Incapacidad asegurada-

Llegó enero, a la oficina debió presentarse, una sonrisa la esperaba, el discurso audaz inició de forma agradable.

«Hoy está cumpliendo tres años en nuestra empresa y festejamos el tiempo cumplido, usted es considerada esencial en nuestra compañía, su capacidad ha beneficiado nuestros intereses ¡pero! la fusión empresarial de estos momentos crea la disminución de personal, por tanto el vínculo del contrato no será renovado; gracias por el apoyo que nos brindó hasta la fecha, pase por su liquidación a contabilidad»

-El cielo y la tierra se juntaron-

¡Un dolor más! esta vez en el alma -taciturna jornalera-

¡Nó, no esperó llegar ese día!

El pináculo de ascensos soñados, se desmoronó cayendo en picada chocando en la bruma de la realidad.

Instintivamente regresó a su puesto sin pronunciar palabra, sus compañeros la miraron con la deducción flotando en el ambiente, terminó su jornada y en el mismo maletín donde su lonchera reposó diariamente, guardó la bata de labores y algunos objetos propios del trabajo.

La despedida entre compañeros fue emotiva, sin dar paso atrás abandonó el recinto que por treinta y seis meses rondó su destino.

-Rato después-

Ocupó el lugar más placentero y reconfortante ¡su cama! cálido cobijo proporcionado por varias horas, el sueño venció como golpe certero.

Esa tarde el retorno a casa la tomó por sorpresa, inusual frío Xipdiáno con lluvias torrenciales.

-Mes a mes-

Creció el islote de dudas, pagos y deberes, anudados con el tiempo de la desesperanza.

El curriculum vitae a diario ocupó quedamente las empresas seleccionadas, sumando lista de espera para ser estudiado en su momento.

¡Se estacionó allí su futuro latente!

La cruda realidad determinó proyectos inmediatos «Dumealff» brindó tres años de estabilidad y refuerzo económico, quebrando dolencias quincenales, castigadas en cúmulos de pagos financieros.

¡Estos no pararon!

El cálculo contable tiene efectos parecidos al desempeño en «Empaques Dumealff» listados aquí y facturas allá, todo seleccionado en hojas formato.

Trémula ignorada, con ganas de aportar sus beneficios -optó- por ventas callejeras ¡superfluo argot popular!

-Examinó alcances del nuevo encuentro con la vida-

Socavó mercados, aquel más costumbrista de la rutina diaria, llegó a la conclusión que el récord de las ventas empezaba en el ideal y la dedicación.

Promociono estuches de belleza, cobijas, almohadas, probó con artículos para el aseo personal, creó chocolates de múltiples figuras, cuantificó el producto cada día.

-El dinero, balance adquirido hizo mella- no rendía.

El zarpazo de la envidia remezón de la competencia, doblegó eléctricamente al compungir el frágil cuerpo granado por la fatiga.

-Pensó en su futuro académico-

¡Tecnología Electrónica! frustrado sueño.

A ese paso y ritmo agotador por el indispensable trunco billete, no lograría estudiarlo.

Sumando el tiempo frenético, varios años pasaron de sitio en sitio haciendo una y otra cosa.

Cierto día en una de esas salidas ve a su antigua compañera Solad, animadas por el momento tomaron café e intercambiaron el transcurrir de sus vidas y empleo.

-Solad y Hellya ríen con sus anécdotas- la primera da una dirección a Hellya diciendo:

¡Lleva la hoja, el empleo es seguro!

¡Llevo unos meses allí, puede que lleguemos a ser compañeras nuevamente!

Al siguiente día llegó a dicha empresa «Eleph Box» llamativo nombre, esperaba el empleo también lo fuera.

Con hoja de vida en mano esperó su turno -por el pasillo de espera, pasaron tres individuos elegantes- se apostaron en la oficina principal con otras personas.

Esperó ser llamada, el tiempo corría y no había signo de ser atendida, siempre con su hoja disponible decidió acercarse a la oficina.

¡Dialogaban!

Se acercó hacia la ventanilla de la puerta -contó seis hombres- en esos instantes escuchó una voz conocida que rápidamente se mezcló con las indómitas frases.

Al filo de esos momentos intentó con su mano golpear la puerta, que se abrió frente a ella, un hombre alto la miró sorprendido.

¡Hellya!

¡Que sorpresa!

¿Qué haces aquí?

Perpleja y confundida -dijo-

¡Vrennar!

Levantó su hoja para entregarla, él la recibió y pidió esperar un momento -cerró nuevamente la puerta-

Sin moverse del lugar -palideció- escucho el ajetreo verbal, una voz dominante dijo de forma segura.

¡Dejen la discusión!

Atenta sintió su cuerpo desfallecer -se apoyó para no caer-

¡Yo la contrato y me encargo de ella! se escuchó de la mísma persona al mando.

Hellya puso su mano en la boca para no gritar, automáticamente salió del lugar afanosamente.

Llorando se alejó directo a casa -pensó-

¡Vrennar, no salió de sus andadas!

¡Siguió con sus maquinitas de hacer dinero!

Fue su pareja perfecta hasta el momento de descubrir su actividad, por eso lo había dejado ¡ahora! corría peligro de muerte.

Escuálida yacía en su lecho decepcionada, -no soñaba- vívida realidad, todo desfragmentado por una simple hoja de vida.

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