La mayoría trabajan en lo que no quieren trabajar y la mayoría de esta mayoría ni siquiera son capaces de reconocerlo. Las perfectas tapaderas del consumismo necesario alimentan su ceguera a la perfección. Se ponen las gafas de color reflejante de moda y se convierten en unos auténticos productos de esta época perdiendo sus personalidades. Todos van de pantalón raro porque eso se supone es la ley de hoy. No vaya a ser que me ponga los pantalones clásicos y me pierda los once simbólicos minutos de Paulo Coelho sin los cuales casi nadie puede vivir en esta tierra, es decir orgasmo patético conseguido a través de la falsa ceremonia de mantener aquel coche, aquel reloj, aquel vestido para tu mujer y sobre todo aquellos zapatos de puta que tanto me gusta a mí… El reloj marca el fin de semana, y se pierde la realidad asquerosa en unos cubatas amargos, entre unas aceitunas algo mas sexys que nunca, las corbatas vuelan directos al fondo del armario y los Calvin Klein reinan en sus culotes buscando lo primitivo y lo salvaje. A través de toda esa falsedad, llega el lunes con su artritis inevitable para los treintones, capaces de romper el móvil por despertarles y obligarles a saludar la vuelta al infierno. Y la serpentina doña rutina te volverá acariciar a través de tu parabrisas con sus preciosas vistas azules del horizonte mirándote enfrente todo el rato hasta que llegues al parking de la empresa. ¿Eres feliz con tu trabajo? Los remordimientos del fin de semana de ser un nadie y traicionar a tu pareja sabiendo que lo vas a repetir igual por mucho que no quisieras te obligan a trabajar este mes unas horas extras para poder conseguir aquella pulsera de joyas a ella para que no se de cuenta de nada. ¿Dónde conseguiré el sueldo fijo hoy en día? Así que no calentar más ambas cabezas y volver a la tremenda tristeza tapándola con un par de cafés antes de escuchar lo inútil que soy de la boca de mi jefe.

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