Desde que era niña siempre soñé con ser maestra. Mis juegos de infancia estaban entre jugar a las casitas o a la escuelita. Cuando mis primas y yo nos reuníamos en casa de mi tía, solíamos jugar a la escuelita y yo siempre elegía el papel de maestra.
Terminado el Bachillerato tocó elegir carrera universitaria y opté, por supuesto, por la de Magisterio. Una vez diplomada tocó opositar, entre miles de opositores, para una plaza de maestra pero no tuve suerte. Lo intenté varias veces sin resultado alguno. No por eso puedo decir que no se me cumplió el sueño de la infancia. Así que opté por dar clases particulares en mi casa o realizar algún trabajo suelto de animación lectora con alguna editorial para, de esta manera, ganarme un dinero y poder costearme mis gastos sin tener que depender de mis padres.
Un día, estando en casa, recibo la llamada de una fundación, a través de la oficina de empleo, que se dedica a la enseñanza a distancia, para realizar un curso relacionado con bibliotecas. El curso duraba todo un curso académico. No lo dudé y me inscribí en él. La verdad no se si aquel curso me iba a servir para algo pero había que intentarlo.
El curso me sirvió de mucho, no sólo para conocer la profesión bibliotecaria y enamorarme de ella, además para hacer amistades que ahora son mis colegas de trabajo.
Acabado éste, y con mi certificado en mano, me dirigí a la oficina de empleo de mi barrio para realizar la ínscripción como Auxiliar de Biblioteca y ya sólo quedaba esperar a que me llamaran. Mientras, todos los meses me presentaba a firmar la cartilla del paro.
Dió la casualidad que leyendo la prensa una tarde, me encuentro con un anuncio de una convocatoria de bolsa de trabajo para auxiliares de biblioteca para la Biblioteca Universitaria. Ni corta, ni perezosa, llamé a mi amiga Esperanza y se lo comenté. Nos dirigimos a registro de la universidad y presentamos todos los papeles que se requerían.
Aquella bolsa de trabajo me abrió las puertas de lo que actualmente es mi profesión. Dentro de la universidad hice un recorrido profesional por dos de sus bibliotecas, Biblioteca General y la Biblioteca de la Facultad de Humanidades y de Formación del profesorado. En esta última me llamaron por dos veces. En una de esas veces estuve trabajando, aproximadamente, un mes y medio. Ya la última estuve once largos años que me sirvió mucho para aprender de la profesión pero ya, el último año, necesitaba un cambio de aires. Siempre atendiendo a una determinada tipología de usuario, alumnos, profesores, me aburría. El trabajo ya se convertía en algo lineal, aburrido y sin emoción.
Durante ese último año soñaba con trabajar en una biblioteca pública, con tipos de usuarios diferentes, y mi objetivo estaba encaminado hacia la Biblioteca del Cabildo por su ubicación, en un edificio antiguo y en el barrio histórico de la ciudad.
Y es aquí cuando comienza el camino hacia el logro de mi segundo sueño, acompañándome en este camino, otra vez, mi amiga y compañera Esperanza, que también lo fue en la universidad.
Esta vez ocurrió lo mismo que la vez anterior, convocatoria de bolsa de empleo para auxiliares de biblioteca para el Cabildo y, sin dudar ningún instante, presentamos de nuevo los papeles, cursos realizados, y allí estábamos con toda la ilusión del mundo de emprender una nueva trayectoria profesional.
Que suerte tuvimos que quedamos entre las cuatro primeras de aquella lista.
La espera, hasta que me llamaron, fue muy larga. Mientras, seguía trabajando en la Universidad. Pero la espera ya se volvía tensa mas por la situación de hastío que estaba viviendo y porque la relación con algunos compañeros ya se volvía insoportable. Era una incertidumbre constante la que me embargaba porque no sabía si iban a llamarme o no.
Los compañeros, constantemente, me preguntaban cual sería mi elección si me llamaban del Cabildo. Esa insistencia, por parte de ellos, me agobiaba y me estresaba. Yo les respondía _Cuando llegue el momento ya se verá _. O _aprovechar la oportunidad y cambiar de aires_.
Dudaba entre si continuar donde estaba, porque era mas seguro ya que no se habían convocado plazas desde hacía muchísimos años, o renunciar a ese contrato de interinidad por otro contrato en otra administración diferente, que era mas probable que en unos años convocaran plazas y podía perder o no el trabajo.
Así pasaron, por lo menos, tres años hasta que, por fin, ese sueño se vió cumplido. Ese cambio de aires me ha hecho crecer profesionalmente, aprender y descubrir nuevas inquietudes. Y desde esa fecha, hasta ahora, han transcurrido cuatro años y medio.
Y como no, teniendo como compañera, en esta nueva aventura, a mi amiga y compañera Esperanza.
Está claro que cuando tienes un sueño y lo deseas con fuerza hay que luchar por él, sea como sea, y no perder la esperanza de lograrlo.
Y yo ese sueño lo he logrado gracias a una doble esperanza, mi amiga, con la que inicié este periplo profesional, y la esperanza de creer en algo.
Por ello tomo como ejemplo la célebre frase de Martin Luther King Tengo un sueño en referencia a su lucha por la igualdad. Yo la hago mía como ejemplo de que tenemos que luchar por lo que queremos.
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