El helado desierto de noche nos acerca a las estrellas; las aleja el sol a medida que va iluminando el espacio…
7:30 de la mañana, el turno termina… cansancio en el rostro de los mineros. Somnolientos salen de la mina, mientras afuera hay un amanecer plomizo, vestido aún de brumosa camanchaca.
Buenos días, buen día decía otro y el grito de alguno te decía que el turno había terminado; hay abrazos apretones de mano de uno y otro. El grupo de relevo espera en el portal de la mina.
La Mansa Mina suponía un futuro de trabajo y recursos económicos para el país, esta era una labor preparatoria para la explotación, futura, del yacimiento ubicado en pleno desierto de Atacama.
Alguien gritó «¡está corriendo!» se refería a que la mecha había sido iniciada y en algunos minutos saldría el disparo.
Entre el café y el cigarrillo matinal, nacían bromas y risas que salían del choquero, mientras afuera el silencio de la espera progresaba a cada segundo.
El avance del túnel era el previsto; nada hacía presagiar alguna alteración en el cumplimiento de los plazos.
Pedro, el jefe de terreno, ingeniero con muchos años de experiencia, conducía su camioneta para estar en la boca mina a la hora de la tronadura. Hombre de gran envergadura, mirada turbia, pelo ralo y barba mal cuidada; hacía de él una persona poco agradable aún sin conocerlo.
El bigote amarillo hablaba de su adicción al cigarrillo, de vocabulario destemplado y ademanes de gran hombre…
Prepotente; hacía que los demás se sintieran empequeñecidos ante su presencia.
Omnipotente en su posición de dueño de las acciones en esta faena.
8:05 sale la quemada, se siente la salida de los disparos. Las rainuras abriendo una brecha en el estómago de la labor. Los laterales emparejando el ancho de la misma…Las coronas aseguran el techo de la excavación y como broche de oro, las zapateras para dejar esponjosita la marina para su próximo retiro.
Expectantes, los mineros, esperan que los gases se diluyen para poder acceder a la labor y continuar con la faena.
Aparece Pedro con su rostro ácido y palabras destempladas apurando la entrada de los trabajadores.
El capataz, hombre hecho a fuerza de empuje y constancia, de rostro aguerrido, entrecierra el ceño mientras revisa el chequeador de gases para ingresar a la labor minera.
Alcanzò a entrar 80 metros, el pito del detector, la densa nube de polvo y gases lo obligan a detenerse y retroceder.
El equipo de «acuñadura» inicia sus preparativos, los primeros en entrar después de cada quemada. Ellos son los que sacan toda la roca suelta que queda colgada en la caja del cerro. Aseguran el lugar para dar paso al resto del equipo que extraerá la marina y empezará un nuevo ciclo de perforación para el siguiente disparo.
8:30 Pedro sale de su oficina para recibir el informe de su capataz; al escucharlo se enoja, vocifera, grita, lanza palabrotas… da media vuelta, entra en su oficina; golpea la mesa, patea el suelo (normal en el cuándo las cosas no andan bien).
El destino de los mineros está sellado, por las decisiones de sus jefes el funcionamiento de las maquinarias y la libertad que le da el cerro para dejarse horadar.
Salió atrasado compadre.
Si ganchito, es que tuvimos un turno de miedo rompimos barras, pero ahí está “cacherito”…toda suya.
La mina lo espera siga dándole pa` que no llore.
¡Cómo es posible que no sean capaces de sacar un disparo a tiempo!¡¡Inútiles!! Vociferó Pedro desde el interior de su oficina tomando el casco al salir de ella.
¡¡Vengan todos!!¡¡Gritó!!
Lo que vino después no se puede reproducir… no vale la pena.
El polvo aún salía por la boca mina. Los ventiladores hacían su trabajo.
El capataz volvió a entrar; quince minutos después volvió…aún no era seguro el ingreso.
Pedro, parecía león enjaulado, ajustó su lámpara y coordinó el canal de su radio, mientras murmuraba. “no es posible, estos son unos gallinas miedosos, yo entraré”.
El capataz quiso intervenir… una mano en alto lo dejó quieto.
Pedro tomó su camioneta y entró…el tiempo se detuvo con él, cuando bajó del vehículo…alcanzó a caminar hasta treinta metros de la frente.
¡¡Alerta!!¡¡Alerta!!
Preparen equipos de emergencia.
En esos momentos se sintió un sonido seco y duro…desprendimiento de rocas en la labor.
Un planchón de varias toneladas cubría el camino hacia la frente.
La camioneta con sus luces encendidas y motor andando esperaba su pasajero.
Dibujadas en la caja del cerro las siluetas de los mineros escudriñando entre las rocas y la nube de polvo.
Bajo la roca (planchón) se veía el naranjo de un overol y una bota…
Ahí detuvo su vida Pedro…aplastado por la inmensa roca.
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