Opuestos Inseparables

Opuestos Inseparables

Paz Agüero

24/03/2018

Mi nombre es Juliana y soy de Villa Luro, un barrio humilde de clase media ubicado en la capital de Buenos Aires. Tengo 25 años y estoy cursando el segundo año de la licenciatura en Comunicación Social a la vez que trabajo como Cadete en una empresa de Marketing. Vivo con mi mamá y su esposo, mi hermana, mi abuela, mi perro y mi tortuga aunque tengo planes de irme a vivir sola en breve (si todo sale bien).

Él es Max y es de San Isidro, un barrio lleno de grandes empresase imponentes casas, un barrio de gente adinerada y bien posicionada. Max tiene 41 años y es Licenciado en Marketing, Licenciado en Economía y actualmente está haciendo un Posgrado en Publicidad y Medios. Es casado y tiene tres hermosas hijas.

Max es el Gerente de Marketing de la empresa en donde trabajaba. Yo me enteré de esto cuando me lo señalaron mis compañeras en el comedor durante nuestra hora de almuerzo. Si no me lo hubieran dicho ellas, para mí era un integrante más de la empresa como cualquier otro. Él lo hacía sentir así ya que trataba con todos y cada uno de los que trabajábamos allí de igual a igual.

El día que empecé a trabajar en la empresa, la secretaria de Max vino después del almuerzo a decirme que él me esperaba en su oficina porque quería hablar conmigo. Yo estaba nerviosa pero intenté ser lo más educada posible. Me dio la bienvenida y me dijoque cualquier cosa que necesitara que hablara con él o en todo caso de que estuviera ocupado, que recurriera a Sabrina, su secretaria. Yo le agradecí y le prometí hacer lo mejor que pudiera. Me levanté y me dirigí hacia la puerta sintiendo que él no me quitaba los ojos de encima. Justo antes de cerrar la puerta, yo levanté la mirada y pude ver cómo el me observaba con una sonrisa encantadora.

A partir de ese día ya nada fue lo mismo. Yo no dejaba de pensar en él, nuestras miradas se cruzaban fijamente en cuanto coincidíamos en cualquier sitio del edificio. Mis compañeras de trabajo me decían que notaban cómo el me miraba pero yo me hacía la desentendida aunque me encantaba escuchar esos comentarios.

Cuando cumplí una semana en la empresa, coincidimos en el jardín donde salíamos a fumar y a tomar un poco de aire para descontracturar la rutina laboral. En cuanto me vio, me pidió prestado el encendedor aunque era obvio que él tendría el suyo. Así fue como empezamos a hablar. Yo le conté de mi vida y mis proyectos. Él me contó de cómo había conseguido ese puesto, de sus títulos y de su esposa. En cuanto nombró la palabra «esposa» sentí como se me estrujaba el corazón. Pero no me importó. Él me gustaba y mucho.

Al otro día, coincidimos en la entrada del comedor. El me invitó a almorzar a otro lugar y yo acepté. Me preguntó cuál era mi comida preferida y le contesté que las hamburguesas del McDonald’s. Allí fuimos y hablamos un montón. Llegamos a rozarnos las manos y él me acarició la pierna por debajo de la mesa. Quedamos en encontrarnos todos los días en la puerta para comer juntos.

Al otro día al comenzar el horario del almuerzo, yo estaba esperándolo en la puerta cuando lo veo estacionar frente a mí en su lujoso auto blanco. Baja la ventanilla del acompañante a la vez que me grita: «¡Subí princesa!». En cuanto estuvimos en el auto, nos miramos fijamente y nos fundimos en un apasionado beso. Fuimos a un hermoso departamento cerca de la oficina. Me contó que comenzó a alquilarlo con el fin de tener un espacio para nosotros.

Así fue como cada mediodía pasaba la hora más hermosa junto a él. Cuando podía, se excusaba con su esposa de que tenía alguna reunión o viaje de negocios y pasábamos la noche allí. A veces, esas reuniones eran reales y él me obsequiaba un precioso vestido para que lo acompañara.Luego, volvíamos a nuestro departamento.

Fueron pasando los años hasta que un día recibo mensajes de Max en los que podía darme cuenta que no era él el que estaba escribiendo. Más tarde, Max me comentó que su esposa sospechaba de nuestra relación y que le agarró su celular a escondidas para hacerse pasar por él. Otro día, llegó la esposa a la oficina haciendo un escándalo y preguntando dónde estaba la amante de su esposo. Fue un momento horrible y me sentí realmente muy culpable aunque no podía controlar el amor que yo sentía por él.

Varios días después, fuimos al departamento y Max no quiso acercarse a mí. Me dijo que debíamos tomar distancia porque nuestra relación se estaba yendo de las manos y estaba afectando a su familia. Yo respeté su decisión aunque me dolía muchísimo.

Al otro día, quise ir a su oficina pero su secretaria me frenó diciendo que Max no estaba. Él había decidido tomarse unas pequeñas vacaciones. Yo seguí mi rutina diaria aunque ya no era lo mismo sin él. Cuando llegué a mi casa no quise comer y lloré desconsoladamente toda la noche.

Al día siguiente, fui a presentar mi renuncia. No podría seguir trabajando allí, no le haría bien a ninguno de los dos. Decidí seguir con mi vida esperando que el destino tenga preparado algo sólo para mí.

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