Iba muy contento para su casa. Era diciembre y llevaba entre los brazos la cesta de Navidad de la empresa. El año había sido bastante malo porque la crisis supuso una serie de recortes que habían afectado a todo el personal. El verano fue peor cuando la dirección aprobó medidas más contundentes en las que se había incluido el despido de buena parte de los trabajadores. El otoño comenzó como en los bosques con la caída de la hoja, todos los días se recibían cartas de despido, caía un trabajador. Cuando alguien en la oficina se encontraba en su mesa con un sobre amarillo de la dirección, todos sabían ya lo que había dentro y lo lamentaban profundamente por el compañero despedido pero al mismo tiempo respiraban aliviados por no estar en su lugar.

Al fin llegaron las Navidades y él se había librado de la quema. Seguía teniendo trabajo y la empresa se había estirado un poco, entregando cestas de Navidad al personal que quedaba.

Llegó a casa y reunió a la familia para abrirla. Sacaron las botellas de bebida, los turrones, las latas de conservas, las peladillas. Todo era júbilo.

Y entonces lo vio: en el fondo de la cesta había un sobre amarillo de la dirección de la empresa…

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