Llevaba 4 años trabajando en el Instituto Estrada de Marsella-Risaralda, Colombia; una mañana llegó un señor muy apuesto, con tarjetas de presentación, buscando al rector.
-“La Secretaria de Educación mandó a organizar y pavimentar la cancha de baloncesto”, nos informó el rector.
El lunes llegó el señor apuesto solicitando personal con conocimientos en construcción, se le presentaron cuatro señores, los contrató de inmediato.
Para el trabajo solicitó cemento, arena, palas, cinceles, martillos y otros elementos a la única ferretería del pueblo que funcionaba en la calle real y que podría dotarlo al fiado.
Todos se fueron comprometiendo, pues era un pueblo colaborador, creyente y trabajador
-“El próximo miércoles le enviaran la arena, el cemento, las palas, cinceles, puntillas y martillos solicitados por usted”, dice el rector al señor apuesto.
-“No hay problema, el miércoles traeré una volqueta que trasladará los materiales desde la ferretería a la institución”.
Mientras tanto los señores contratados iban levantando la piedra de la cancha desgastada por el tiempo, iban abriendo las brechas para el desagüe, todos mirábamos con la alegría de poder tener una cancha digna para los estudiantes; ahora sí, la clase de educación física no se dará más en un tremedal, pensamos en su inauguración y en el primer campeonato, en las actividades que podríamos realizar allí.
Aquel miércoles vimos cuando pasó la volqueta rumbo a la ferretería, luego la vimos cuando se alejó por la carretera que va a Pereira. Día jueves no llegó el señor apuesto, día viernes no llegó el señor apuesto y los trabajadores no sabían qué hacer.
El rector llamó a la Secretaría de Educación y no le dieron razón, llamó a la Gobernación y tampoco dieron razón.
¿Quién se robó la cancha de baloncesto del Instituto Estrada de Marsella?. Se leyó en los titulares de los diarios.
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