Después de un tiempo de jubilada, me animo a empezar a guardar y descartar cosas. El estar treinta años trabajando en el aula te hace juntar objetos de los más variados orígenes, algunos son simples recuerdos, otros entran en la categoría de” esto no se tira” y otros que pasan a ser parte de la basura. Es ahí donde se duda.¿ Se tiran las que son “simples recuerdos”?. Algunos no son tan simples, y es una cuestión difícil de decidir. Hay espacios que colapsan de tan llenos y con el solo hecho de moverlos, hace que se caigan objetos olvidados, fotos viejas, cartitas que los niños te hacen en su afán de demostrarte cariño. Cuando la propia casa está ausente de chicos, al encontrar esos pequeños tesoros se vienen a la cabeza las voces, los instantes, las risas, los llantos, lo lindo, lo feo ,la inevitable melancolía de lo que el tiempo se llevó.
Al mover una caja, encontré un montón de fotos viejas. Instantes que perdurarán en el tiempo a través de una imagen en un papel. Al observarla, las personas parecen cobrar vida y empiezan a moverse, llevándome al momento en que saqué la foto.Hace muchos años, el gobierno de turno, decidió darle una alegría a los chicos de las escuelas públicas de la provincia de BsAs y organizó viajes a conocer el mar, totalmente gratuito para ellos. Los docentes acompañamos la aventura, con un poco de miedo, ya que la experiencia era de mucha responsabilidad al tener a cargo a los alumnos las veinticuatro horas durante seis días. Muchos se negaron a hacerlo. Pero me animé, junto a otro grupo de locos como yo. Y no hay mejor recuerdo en mi carrera que haberlo hecho.
La expresión de los niños al ver el mar, el viaje con sus compañeros, el lazo afectivo que se generó entre docentes y alumnos y la cantidad de situaciones que nos enseño a los adultos a ver las cosas más simples como algo maravilloso, es indescriptible.
Al ser una comunidad donde muchos chicos eran más que pobres, llegar a un hotel, tener una ducha con agua caliente, un bidet, alguien que les tienda la cama o les prepare el desayuno, era para ellos, tan excitante como ver el mar. Por esa razón, cuando les decíamos que tenían diez minutos para descansar en las habitaciones, se bañaban y si no alcanzaba el tiempo, se duchaban juntos los de la misma habitación. La cuestión era usar la ducha. Hasta el niño más complicado en conducta, se veía conmovido por la novedad y se portaba bien.
Recuerdo tener que ir a buscar a una nena que estaba retrasada para el desayuno y la encontré lavando ropa en la pileta del baño.
-¿Por qué lavás tanta ropa?-le pregunté
– Lavo la mía y la de mis compañeras, porque esto no es lo que vivo en mi casa y no puedo acostumbrarme a no hacerlo. Cuando vuelva a casa, voy a tener que seguir lavando la ropa de todos mis hermanitos. Entonces, asi no me desacostumbro.
Este diálogo me quedó clavado en la memoria. Porque a veces, olvidamos ponernos en el lugar del otro cuando estamos frente a la gente y no tomamos conciencia, que hay diferentes realidades. Los niños además, juntaban toda la vajilla luego de comer. No entendían que había camareros que lo hacían, entre otras cosas, que para nosotros son cotidianos al ir a un lugar público a comer, pero que a ellos no les encajaba en su cotidianeidad.
Al llegar a la playa corrían, gritaban, juntaban caracoles, se mojaban los pies, algunos se animaban a mas, a pesar de ser invierno. Había que frenarlos todo el tiempo , acompañarlos en los juegos que se organizaban, animar a los más tímidos, ponerse la máscara de payaso, para que esos niños con vida de adultos, recuperen la niñez por unos pocos días.
Felices los niños y felices los adultos, ya que a pesar de que fue agotador por no poder ni descuidarse durante la noche, terminamos aprendiendo mucho mas nosotros que ellos. Porque en la vida diaria pudimos ver, que ser docente es también tomar conciencia de que aquello que nosotros tomamos como natural y obvio, para ese niño que tenemos sentado frente al pizarrón, quizás sea algo totalmente desconocido, algo tan simple, como un beso antes de dormir o abrir una canilla y que salga agua caliente. Definitivamente, estas fotos no van a la basura, entran en la categoría “esto no se tira”.
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