Hace tiempo que tenía pensado escribirte. Pero ya sabes. Los días pasan tan veloces que no acertamos a darnos cuenta de que han acabado.
Imagino, Luna, que seguirás tan divertida como siempre. Desde que Gloria y yo te conocimos (la historia daría para escribir un libro), empezamos a creer en las casualidades. Tenía que ser el cine quién nos uniera, estaba claro. Todo empezó buscando la película ‘La misión’ en la Fnac, y culminó en el instante en el que te escuchamos en plena calle. Y ambos, al imaginar tu nombre, coincidimos al decirlo a la vez.
Muchas tardes, cuando las horas pesan tanto que ni el más poderoso de los personajes de Marvel sería capaz de sostenerlas, miro en la dirección donde nos esperabas estoica, con la cola pendiente de cualquier movimiento. Siempre supe que no éramos nosotros los que te sacábamos a pasear, Luna, sino que realmente eras tú la que nos sacabas de casa.
Sé que seguirás dando guerra y, en el caso de que hayas recuperado el oído, tus compis lo estarán pasando en grande. Sólo quería decirte algo que tú ya sabes.
Seguro que si pudieras responderme, te reirías con un sonoro: ‘Guau’.
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