Querida Teresa, pensando en lo que me contaste sobre mis dudas acerca del futuro, crucé una finca que tenía este letrero. O quizá cruzando ese finca pensé en tus palabras. Ya sabes que, a veces, no distingo el orden de las cosas que me pasan. Lo que te puedo asegurar es que estando allí sola, en mitad del campo, conseguí entender que solo querías ayudarme. Quizá no pueda seguir siempre tu consejo, pero de seguro, intentaré llenar el espacio que dejaste al partir con los sueños que no pudimos realizar juntas. Echaré de menos tu risa, y tu llanto. Te querré siempre.
Rosa.
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