Desde un lugar llamado soledad.

Amada mía…

Probablemente esté dentro de los seres privilegiados, o de pronto,
visto desde tus ojos como un individuo maldito por los dioses, tal vez
esté exagerando dentro de este relato malogrado; pero eso sí, puedo
manifestarte que he llegado a un punto de mi vida en el que dependo de
la soledad; no sé si en realidad se llama madurar, no me interesa, sólo
quiero comer un helado mientras camino entre las multitudes, tomarme un
café desde el balcón, escuchar Palo Pandolfo y tratar de escribir cosas
raras.

En algún momento creí que estaba haciendo apología al sufrimiento, o
alguna especie de teatralidad que simbolice mi desencanto; pues no,
nadie busca ser infeliz, sólo que existimos personas que nos arropamos
del silencio con el objetivo de repensar, reformular, reorganizar y
retomar algunas cosas pendientes. Algo que sí puedo aceptar es que me
he mantenido escéptico ante toda palabra, ante toda sonrisa y caricia;
en mi eterno duelo te he sido fiel, siempre serás mi amor.

Te amo.