Mario, amigo mío, te escribo como cada octubre desde el otro lado del mundo pero con el mismo lado del corazón. Como siempre mis palabras van sin esperar respuesta pero cargadas con un inmenso cariño hacia ti, sinceramente no hay nada importante que decirte; nada que no haya dicho antes, solo agregaría que hoy no desbordo en melancolía ya qué por fin acepte que no te volveré a ver, hoy empiezo mi vida estando solo y ya no, estando sin ti. Nunca había escrito palabras de despedida y espero no tener que hacerlo otra vez. Si la vida es buena, no volverás a saber de mí, si la vida es mala, en algún otro octubre, en algún otro lugar del mundo, me acordaré de ti, y rogaré a dios que sea la última vez que pase.
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