Has vuelto a parecerte a esa distancia, fría, inasequible.

  Recuerda que nuestra casa no es el viento donde mudan las palabras y son llevadas a rastras al olvido. Nuestra casa es el tiempo descolorido, náufrago de nuestros pensamientos y de nuestras efímeras emociones retratadas en espontáneas fotografías.

   Si me tomas de la mano por este borroso camino haremos visible nuestras presencias marchitas. Desafiando el espacio, sus ondulaciones, su memoria.

  Haremos un recorrido por nuestro origen, de sus pasos térreos. ¿No te parece hermoso regresar siempre a nuestro hogar cuando pronunciamos la palabra volver? Volver a ser cuando de adolescentes nos buscábamos para hallarnos extendidos en nuestros deseos de ser uno solo, una unidad de fortaleza fraternal, dos luces que se necesitan para encenderse desde lo más recóndito de los interiores individuales. Y así nos pasamos la vida, en íres y venires, mitigando las tristezas, intentando avivar la alegría, alarma inusitada del transcurrir de la vida.

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