Sandro el pintor, se miraba al espejo en el baño y pensaba si el otro era real para matarlo. Por crear dos pasados dejó de existir, diluyéndose en un acuoso camino de letras que iban desde el lavamanos hasta el sifón.
El otro Sandro a su vez, en su lado del espejo, dejó tirada su navaja de afeitar, corrió hacia el Taller de Escritura, para encontrarse con Layreth, su eterno noviazgo de hace diez años, y frente a todos dijo: El amor nunca ha existido, pero yo te amo, casémonos y diluyámonos.
OPINIONES Y COMENTARIOS