El sol dorado entraba por la puerta de la caravana.

Mientras desayunaba sentada bajo el chambao, mil ladrones con alas intentaban saquear la higuera, cuatro palmadas fueron suficientes para conservar mi botín.

Hacia una brisa suave que producía música en los árboles y las cañas del chambao.

Los tomates empezaban a ponerse de color rojo y el terreno se veia más verde que nunca. El aloe revivió y de un tono rojizo moribundo pasó a un verde esperanza

La ropa estaba seca. El níspero estaba en flor.

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