Como la prosa que se vuelve pulcra en el taller al que van los poetas, que va cambiando y se transforma; la vida también varía, unos viven y otros mueren por dentro, y una vez muertos, residen en cuerpos que conservan el alma y los dientes.

Y aquí estoy yo, sin ilusión o sin los resquicios de ella, los dedos de mis manos no son más que redes rotas por las que quedan atrapadas únicamente las telarañas de los días malos que a su paso, dejan un recuerdo hiriente que se adhiere a la piel del tiempo.

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